domingo, 22 de octubre de 2017

La Moneda de Navarro

La moneda de Navarro

   
En el debate de la Archi de este viernes, el senador Alejandro Navarro arrojó un puñado de monedas a Sebastián Piñera.

No hay que pasar por alto la significación de ese gesto.

Ni convertirlo en una anécdota.

El abandono de las formas -aquello en lo que el senador Navarro acaba de incurrir mientras lanzó esas monedas- permite ganar portadas, causa cierta notoriedad, provee titulares, evita el fugaz olvido, gana aplausos entre los incondicionales, brinda palmadas en la espalda, satisface los impulsos irreflexivos, sacia la transitoria rabia.

Pero no le hace bien a la democracia.

Y es que la democracia necesita esa forma mínima de la virtud que se llama cortesía; esa forma disfrazada de la verdad que se llama hipocresía.

La civilidad, la forma en que los ciudadanos se comunican y se relacionan entre sí, es de las cosas más importantes para la democracia. La democracia es casi pura forma, y exige de quienes participan en ella el cultivo de una insinceridad consistente en no decir todo lo que se piensa, ni hacer todo lo que se desea, ni perseguir todo lo que se anhela.

Y esa no es una característica solo de la vida democrática.

A poco de pensar se repara fácilmente en que la vida social no sería posible si cada uno dijera o expresara, con gestos o con palabras, todo lo que piensa de sus prójimos. Como ninguna vida es totalmente coincidente con la vida que cualquier otro lleva o emprende, cada uno está lleno de quejas o resquemores respecto de su prójimo. Pero si, por homenaje a la consecuencia con las propias convicciones, cada uno declarara la opinión que tiene acerca de él -la molestia que causa su sentido del gusto, los gestos que acostumbra, la forma en que se divierte-, la vida social no sería posible.

No hay duda.

La vida social descansa sobre la represión de lo que cada uno, en la soledad insobornable de su conciencia, piensa acerca de su prójimo.

Y eso que es fundamental en la sociabilidad humana, es todavía más importante cuando se trata de la democracia.

Se llama cortesía.

En la tradición filosófica -v.gr. Aristóteles, Cicerón-, la cortesía es una virtud menor; pero, como enseña la literatura, su importancia deriva del hecho de que las virtudes superiores, como el respeto al otro, el aprecio de la dignidad, o la solidaridad, se aprenden ejercitando esas virtudes menores y aparentemente prescindibles, como la cortesía. Se enseña a los niños a saludar estrechando la mano, no porque se asigne a ese gesto mínimo una importancia moral, sino porque se sabe que ese es el primer escalón de una serie de aprendizajes que conducirá al cultivo de otras virtudes mayores.

Y eso es lo grave del gesto que ejecutó el senador Navarro.

El gesto que él ejecutó -arrojar monedas a Piñera, cuya trayectoria permite abundantes críticas sin necesidad de incurrir en esa demasía- es un indicio de una cierta delicuescencia de las formas que está padeciendo la política chilena, que, como diría Aristóteles, si pudiera presenciarla, augura una cierta debilidad de las virtudes mayores que sobre ellas se erigen. ¿Cómo se podría, en efecto, respetar la dignidad ajena, detenerse ante el secreto de su conciencia, sentirla como parte de la misma comunidad, si ni siquiera se es capaz de la mínima virtud de la cortesía?

Lo anterior no significa que haya que guardar la opinión acerca del prójimo o del rival.

No, por supuesto.

La democracia padecería todavía más si acaso los candidatos callaran lo que piensan de sus rivales; pero una de las virtudes de la libre expresión es que puede decirse, todo, o casi todo, sin incurrir en la descortesía de las formas en que acaba de incurrir el senador Navarro.

Ni Beatriz Sánchez con ese estilo naif y a la vez agresivo, ni ME-O con esa familiaridad impostada que usa para referirse a sus rivales, ni Kast que una y otra vez los irrita y puncetea han ahorrado críticas respecto de Piñera o de sus otros rivales, incluida la imputación judicial; pero ninguno de ellos ha incurrido en el exceso de Navarro que, contraviniendo la sensata advertencia de Aristóteles, abandonó con un solo gesto la virtud hipócrita de la cortesía y demostró, en unos segundos, que, inflamado por sus convicciones o poseído por sus humores, no está dispuesto a cultivar ninguna de las virtudes mayores que sobre ella se erigen.

En un solo gesto, Navarro mostró lo que daña la vida cívica y lo que le falta para conducirla.

domingo, 15 de octubre de 2017

Amigos (R)

Amigos (R)

   
Confieso al Prócer que estoy triste por la súbita partida de un querido amigo muy cercano. Le cuento que era un hombre bueno, culto, sencillo y alegre, y que más de algunas de estas columnas fueron inspiradas en los comentarios que hacía en los almuerzos mensuales que mantuvimos por décadas. "Yo que soy algunos años mayor, te recomiendo que te vayas acostumbrando al despoblamiento de tu entorno. Cada vez encontrarás más viajeros conocidos en la barca de Caronte", comenta el Prócer. "Como lección, hay que aprovechar de disfrutar a los amigos que nos ha regalado la vida, teniendo conciencia de que la amistad es un bien escaso, sutil y efímero como la existencia misma". Y a continuación pregunta: "¿Tienes amigos en retiro?". Como no le entiendo, me explica : "Utilizo una expresión que es propia de las Fuerzas Armadas para referirme a quienes han sido amigos cercanos en alguna etapa de la vida, pero que después, por diversas causas, hemos perdido de vista. Pero cuando nos encontramos con ellos, la cercanía continúa igual, pero congelada en el tiempo. A esos Amigos (R) hay que dedicarles nuestra atención revitalizando el nexo que aún existe. Y como dice Khalil Gibran: 'Y en la dulzura de la amistad, que haya risa y compartir de placeres. Pues en el rocío de las pequeñas cosas, el corazón encuentra su amanecer y halla su frescor'". Y entonces me recuerdo de la risa alegre de mi querido amigo, al calor de unas copas de tempranillo.

lunes, 9 de octubre de 2017

La Narcocultura, la experiencia del Capellán del Hogar de Cristo


La "narcocultura" en la experiencia directa del capellán del Hogar de Cristo - Pablo Walker

Pablo Walker: "No es tan difícil llegar a decir 'prefiero ser narco a no ser nadie'"
El sacerdote jesuita devela cómo el narcotráfico termina por corromper hasta lo más sagrado, que son los afectos y las confianzas familiares. Se impone el reinado del terror, que estigmatiza y aísla a las comunidades.
   
Los datos son muy claros y pocos los conocen. Lo dice el último informe de la Unidad Especializada en Tráfico Ilícito de la Fiscalía (Observatorio del Narcotráfico en Chile, de 2016): hay una progresiva masificación de la venta de drogas, hasta el punto de llegar a una "vulneración de la vigencia del Estado de Derecho" en los territorios afectados y "la vulneración de sus normas más básicas como el derecho a la vida y la integridad física". Hay nada menos que 426 barrios críticos en el país en los que reina lo que se llama una "narcocultura".

¿Qué es un barrio crítico?

Es un espacio urbano "donde el narcotráfico ha establecido una plataforma de venta ilícita de drogas, especialmente a través del uso del espacio público, con un predominio sobre otras expresiones delictuales y sobre la vida de los vecinos, con un grave deterioro para la vida de estos, constituyendo un fuerte desafío a la vigencia del Estado de Derecho".

La "narcocultura" se extiende en una red de delitos que desborda los barrios críticos donde viven los pobres. "Está relacionada con el tráfico de armas, con el secuestro, con la extorsión, con el robo, con la explotación sexual", afirma el sacerdote jesuita Pablo Walker, capellán del Hogar de Cristo, quien ha vivido en contacto con hombres, mujeres y niños afectados. Su experiencia es directa.

-¿Es verdad que se acabó hace años el toque de queda en Chile o todavía existe?

"Pregúntenles a los que viven en esos barrios, porque yo me voy a quedar corto... Los niños 'jugando' a tirarse al piso en la sala y los profesores cambiando el horario en los colegios, el rumor en la feria de que mañana queda la escoba, la suspensión de la reunión en la capilla por las balaceras, el cierre temprano del almacén, el miedo de los choferes de micros o colectivos a entrar tarde, los carabineros y ambulancias que tampoco entran...".

-El común de los chilenos piensa que los focos son dos o tres y que la situación no es tan extendida.

"Por eso urge 'deslegualizar' este síntoma-país. Existe en 16 comunas de la Región Metropolitana y en otras nueve capitales regionales, en barrios donde vemos un Estado intermitente, un repliegue de las organizaciones de base, una ausencia de inversión privada y el deterioro de esa vida en comunidad que era el orgullo de una población. En ese despojo, ante el despiste del resto del país, se instalan las mafias decidiendo quién entra y quién sale a tal calle, asegurando, a su manera, 'trabajo', 'previsión', 'vivienda', 'salud', 'educación'...".

-Vale decir, una forma de vida vinculada al tráfico de drogas.

"Claro. Con sus héroes, con sus sueños, con sus códigos. Piensa qué te pasaría si tu abuelo y tu madre hubieran trabajado en lo ajeno hasta agotarse y hubieran muerto pobres, piensa en la oportunidad de tener hoy por la tarde lo mismo que te muestra y te prohíbe la televisión, piensa en por fin darle lo que quieres a tu hijo. No es tan difícil decir 'Prefiero ser narco a no ser nadie'. Si solo tienes que 'tener este paquete' o simplemente 'no ver'. Así avanza el crimen organizado, aprovechando el 'mercado' de la injusticia para extenderse. Y el país hace como que no ve. Estamos hablando de 426 barrios críticos, según el Informe 2016 de la Fiscalía".

-¿De qué es síntoma todo esto?

"De una sociedad que ha tirado por la borda el valor de la comunidad como forma de definir la identidad y como estrategia para resolver dificultades. Es síntoma de un Estado precario donde los derechos más fundamentales no están asegurados, de un sector privado sin foco en las condiciones de vida de sus trabajadores y de una sociedad donde la validación se verifica en el consumo inmediato a cualquier precio. Ahí se crea el espacio para que el 'Padrino' asuma las funciones de gran benefactor en medio de la frustración ante la hiriente desigualdad. El narco da respuesta a necesidades vitales -colchones antiescaras, sillas de ruedas para los ancianos, bolsas de mercadería para los que están cesantes, préstamos de dinero, organización de fiestas para los niños, útiles escolares, etc.- de familias que viven la exclusión. Les da lo que ni el Estado, ni la empresa, ni la Iglesia, ni las organizaciones de base, les están dando. Así se hace querido, e incluso logra ser defendido por la comunidad".

La balacera desde adentro y desde afuera

-¿Qué significado tiene, a su juicio, una balacera al interior de una población? ¿Es solo la expresión de una disputa de territorio?

"Significa que hay armas donde no debiera haber, cada vez más armas de alto poder. Que está normalizada la tenencia de armas aunque legalmente esté penada. Eso implica varias cosas. Al interior de la población, la balacera implica pánico de que te maten ahí mismo, de que maten a tu hijo. Es el terror desatado por vecinos a los que tú quieres, que sin embargo ahora desconoces. Es el fin del pasaje con los niños jugando y su reemplazo por una pesadilla de serie rasca de televisión".

-¿Y qué debe entender de una balacera el que la vive desde afuera o como una noticia?

"Hacia fuera de la población, la balacera es una punta de iceberg. No es solo una disputa territorial, es síntoma de que más allá de esa población se está gestando un negocio enorme, que mueve aún más dinero, haciendo de ese barrio una zona de sacrificio. Las balaceras muestran que hay muchísima plata en juego en esas disputas territoriales. Corrupción de guante blanco, de personas que no viven ahí, con manos 'preñadas de sangre', como dice el Papa Francisco. Corrupción que, como en toda América Latina, comienza con las balaceras en los barrios pobres, sigue con la tranquilidad del territorio ya repartido, avanza con la corrupción de los funcionarios públicos, y concluye con el narcoestado. Donde ya no se sabe qué somos".

"La 'narcocultura' avanza cuando desaparece la comunidad"

-Hoy en día, la pobreza se sigue entendiendo como una falta material. Pero entender la pobreza más compleja también implica conocer lo que es y lo que significa la exclusión, la segregación. ¿Qué propone para avanzar hacia una mayor comprensión de la pobreza?

"La cabeza piensa según donde pisan los pies. No basta el estudio teórico, sino el aprender humilde de los verdaderos 'expertos', los que han sufrido esta exclusión multidimensional. 'Usted está pasado a libro', le decían a un jesuita en la población. Urge la actitud de aprendizaje del que ha sufrido que se te cierren las puertas".

-¿Qué favorece el triunfo de la 'narcocultura'?

"La 'narcocultura' avanza cuando desaparecen la comunidad, los clubes, las juntas de vecinos, las capillas católicas e iglesias evangélicas, los servicios municipales. Si aparece una alternativa de inclusión comunitaria, ciudadana, empresarial, eclesial, se socava el poder narco".

-Después de su experiencia de tanto tiempo en sectores complejos para vivir, ¿dónde siente que el daño es mayor?

"Donde la 'narcocultura' desdibuja y rompe los vínculos familiares y donde socavan las confianzas sociales. Es estremecedor escuchar el grito de una mamá ante una hija 'que anda metida' en la droga. Como adivinando un infierno por recorrer. Te deja helado ver cómo trafican, en tus narices, tus hijos o tus vecinos. Y te sientes cómplice y encubridor. Jamás irías a denunciar a tu hijo. Se te va de a poco tu marido, tu hermano te engaña o lo ves consumiendo y robando, o llegando con cosas que sabes que no puede comprar. Y te encuentras con los vecinos vendiendo veneno a tus hijos, y no sabes qué hacer entre el miedo y la rabia. Y sabes dónde, y cómo, y quién vende. Y sabes que jamás denunciarías a nadie, no solo por miedo a que te maten, sino porque es tu gente".

-Desde hace años, algunos han planteado la necesidad de despenalizar el consumo de drogas, ¿qué le parece?

"Una despenalización del consumo, si no se hace con un genuina transformación del compromiso fiscal y privado en temas de salud mental, de inclusión laboral y escolar, es solo un cambio de proveedor. Tenemos que enfrentar la cultura de las adicciones que aletargan nuestra lucidez respecto de las causas de la exclusión y de la ruptura de vínculos. La despenalización no puede ser otra forma de desentendimiento, sino de reconocimiento del problema de fondo".

-¿La sociedad chilena está preparada para el cambio de mentalidad que implica la toma de conciencia del problema?

"Debemos trabajar en sensibilizarnos para avanzar en la materia, primero hablando del tema, pues estamos amordazados por el miedo y caemos en la trampa de una mirada fatalista que nos hace creer que la batalla está perdida".

-Pero, ¿se puede preparar a una sociedad a este respecto o tiene que vivir el infierno para entender estas cosas?

"El tráfico de drogas está hace mucho en nuestro país, pero hoy es a los más pobres a quienes les matan a sus hijos, es a ellos a quienes se les cobra peaje para pasar de una calle a otra, son ellos los que ven desaparecer un hijo para encontrarlo muerto tiempo después... Todavía no todos viven en ese infierno".

-La Iglesia Católica, como también las iglesias evangélicas, asumen riesgos fuertes al trabajar en estas zonas. ¿Ha sentido miedo personal alguna vez? ¿Cómo se asume el miedo a la violencia física?

"Miedo es lo que quieren que sintamos, de este modo nos aislaremos y quedarán como dueños del territorio. Por eso es tan necesario abrir el tema, socializarlo. El miedo afecta a todos, religiosos y laicos. Recientemente, tras la amenaza de muerte que recibió un sacerdote que jamás ha denunciado a nadie -que ha bautizado, hecho el responso y visitado en la cárcel a casi todos los miembros de las familias comprometidas en el tráfico de drogas de su población-, este se encomendó al cuidado de la comunidad. Así como la 'narcocultura' destruye la comunidad, es también la comunidad la única que puede cuidar la vida de sus vecinos. 'No se preocupe, padre. Aquí todos los párrocos han tenido que arriesgar su vida para cuidarnos. Nosotros somos su comunidad y lo vamos a cuidar a usted'. Es el otro país que queremos".


 
 

sábado, 16 de septiembre de 2017

Bienvenidos los inmigrantes - Carlos Larraín P

Bienvenidos los inmigrantes

Oficialmente, hay 500 mil inmigrantes en Chile; pueden realmente ser 700 mil en una u otra condición. Postulo que debemos declararlos bienvenidos, mejorar la información, darles un estatuto bien definido, protegerlos de los abusos y castigar a aquellos que delinquen. Existe un buen proyecto de ley pendiente en el Congreso, pero el actual gobierno ha presentado uno nuevo sin que se entienda por qué, y esto conlleva un retraso inexplicable.

Razones para pensar seriamente sobre el fenómeno de la inmigración y hacerlo con inteligencia y generosidad:

a) Desde luego, la fuerza de la realidad: están muy presentes en Chile y desde hace ya tiempo;

b) Provienen de sociedades parecidas, por lo cual el conflicto cultural es virtualmente inexistente; la mayoría habla castellano, y mejor que nosotros; la gran mayoría es cristiana.

c) Los muchos miles ya activos entre nosotros deben trabajar en un 95% y no han tenido impacto discernible en el empleo;

d) Han venido a reemplazar a los niños que no nacieron en nuestro país debido a la planificación maltusiana impuesta por decenios, a veces por la fuerza o la extorsión, por el gobierno y sus agencias. La economía los necesita y por eso los ha absorbido sin mayor tensión. Porque son mayores, ya no vienen a gravar los sistemas educativos y de salud a los cuales contribuyen desde que consiguen un trabajo formal.

Chile, como un continuo histórico en desarrollo, se ha beneficiado siempre con la llegada de inmigrantes. En estricto rigor, todos lo somos, comenzando por los mapuches, que cruzaron la cordillera desde la pampa oriental, apenas 30 o 40 años antes de que llegara Almagro. A través de los años, extremeños, andaluces, castellanos, vascos, navarros, españoles sin apellido, irlandeses, alemanes, franceses e italianos, croatas, judíos (desde los inicios de la colonia), palestinos, sirios, libaneses, ingleses, chinos, y todavía se escapan algunos. En su tiempo propuse recibir a los vietnameses, los boat people , que huían de las bendiciones del comunismo. Se dijo que eran de otra raza y nos perdimos un influjo que habría sido sin duda benéfico. Ahora es el turno de los habitantes de América y del Caribe.

Hay además razones de oportunidad que son importantes. Muchos de los recién llegados huyen de regímenes incompetentes o abusadores, casi todos de inspiración socialista. Un mal pensamiento: esta desidia para abordar un tema de tanta importancia no vaya a ser la mejor manera de que los inmigrantes se sientan mal recibidos, sin un estatuto claro aplicado con dinamismo y de buena fe. Es comprensible que muchas de estas personas puedan resentirse y, a pesar de "votar" a favor de Chile y la posibilidad de vivir mejor que nuestro país ofrece, empiecen a intoxicarse y sumarse al lote de los refractarios que hoy llevan tanto predicamento. Casos recientes de esfuerzos muy logrados de intoxicación metódicamente procurada hay muchos. Todos conocemos la "geometría variable" que usa la izquierda para despegar, volar y aterrizar. Ayer, ejecutores de los traslados de grupos étnicos o de su eliminación; hoy, contrarios a la inmigración, mañana apasionados defensores de aún otro grupo de víctimas y explotados.

Cuando los seguidores de Honecker (Erich y Margot están sepultados en Chile) coinciden con el New York Times, Planned Parenthood y el gobierno de Bachelet en que más vale no nacer que ser libres y creadores, hay que alarmarse. Un bofetón de realidad puede despertar al Chile pasteurizado por las peores ideologías de los sesenta: socialismo y liberalismo asociados por un individualismo de ocasión. Bienvenida la gente que quiera trabajar, y que esté dispuesta a integrarse respetando las leyes. Así se agranda nuestro país.

Creo que Confucio y Lao Tsé usaban barbas, lo que viene a ser el único rasgo común con ellos, ya que algunos de sus consejos eran del tipo que se lee indistintamente de atrás para adelante o viceversa con el mismo provecho. Los del sabio local que esto escribe son más específicos y por lo mismo solo para consumo interno.

sábado, 19 de agosto de 2017

Ayudar a Venezuela - Fabio Vio Ugarte

Ayudar a Venezuela

   
Señor Director:

La reciente medida adoptada por la ilegítima Asamblea Constituyente de Venezuela de disolver el Parlamento de su país es el acto final de un proceso dictatorial brutal e inaceptable. Esto, unido al aumento de la represión y detención de políticos de oposición, hace imprescindible una condena clara y una acción fuerte de la diplomacia chilena.

Es el momento quizás más delicado que ha vivido el pueblo venezolano y que necesita el apoyo decidido de Chile. Estamos conscientes de la presión moderadora que el PC ejerce dentro de la coalición de gobierno y con la cual cuenta el régimen de Maduro, pero la fuerza de la tradición libertaria y de respeto a los principios democráticos y republicanos de nuestra política exterior debe superar esa interferencia negativa y acudir, junto a los otros países democráticos de la región, en ayuda de nuestros amigos venezolanos.

Fabio Vio Ugarte

Ex embajador de Chile en Venezuela

domingo, 23 de julio de 2017

Veinteañeros - Sergio Urzúa

Veinteañeros

   
Los veinteañeros de hoy enfrentan más fuentes de incertidumbre que los de ayer. En lo educacional, una descomunal oferta de opciones amplifica el natural debate interno entre el "qué quiero hacer" y "para qué soy bueno". En lo laboral, el cambio tecnológico y la competencia están transformando la búsqueda de una carrera en un sendero lleno de curvas, lomos de toro y precipicios. En el amor, la postergación de las decisiones de fertilidad y matrimonio han modificado el mercado de "pololeos", haciendo más difícil jugársela por alguien y más habitual la inestabilidad emocional. Mirado de lejos, es un alivio haber pasado por ese período, pero ¿tienen conciencia los jóvenes de lo que se juegan en los veinte?

En "La década definitoria", la profesora de la Universidad de Virginia, Meg Jay, ofrece claves para responder la inquietud. A través del relato de su experiencia como sicóloga clínica, la autora no solo describe la ficticia búsqueda de los veinteañeros actuales de una vida única y llena de gloria, sino también el virtuoso cambio que experimentan cuando se les hace ver lo natural de los miedos frente a nuevos escenarios y lo innecesario que es oponerse frenéticamente a lo convencional. Ian, un joven con quien Jay dialoga en su libro, describe el proceso magistralmente: "Un trabajo en una oficina no parece tan malo, sobre todo cuando uno se da cuenta de que no puede tener uno". Elocuente sentido de realidad de quien reconoce que en los veinte se toman decisiones que definen gran parte de la vida.

Las sociedades no han sabido conducir tal esencial proceso reflexivo entre los jóvenes. Muy por el contrario, se hacen esfuerzos para esquivarlos y facilitar en exceso la vida. En el ámbito familiar, por ejemplo, un mal entendido amor parental por mantener a los hijos cerca (que raya con egoísmo) dilata la adolescencia, posterga la independencia y aplaza las obligaciones (casi el 60% de los veinteañeros chilenos viven con sus padres). Y las políticas públicas a veces se dejan llevar por un espíritu similar. Sin ir más lejos, el despilfarro que es la gratuidad de la educación superior en Chile implica postergar las responsabilidades de fondo (calidad), beneficiar a muchos afortunados y aplazar las acciones del Estado en materias de mayor retorno social (niñez). Pésimo ejemplo.

Los costos sociales de una generación que transita muy sosegadamente, casi rechazando su compleja realidad, son muy altos. Como planteó el famoso psicoanalista Erik Erikson, la búsqueda del joven no es la permisividad, sino nuevas formas de enfrentar lo que realmente cuenta. Todos podemos contribuir a ese proceso. Por eso, en un año de elecciones, recomiendo a todo candidato que busca conectarse con los jóvenes el libro de Meg Jay. Nadie a los treinta debería despertarse preguntando "¿por qué nadie me advirtió las consecuencias de retrasar las obligaciones?". Ese es un fracaso país que hay que evitar.

Diálogo de Sordos - Reforma Educación Superior

Diálogo de sordos

   
¡Tenemos ley de educación superior, por lo menos, aprobada por la Cámara de Diputados!

Se suponía que era la más importante de esta administración. Aquella que debiera marcar el rumbo del país en el desarrollo social, económico, tecnológico de este siglo, y que nos debiera permitir seguir liderando en Latinoamérica en los indicadores educacionales.

¿Y qué ley tenemos? Una que, como producto de la desprolijidad en su trabajo prelegislativo y de la evidente falta de voluntad por escuchar, su discusión terminó centrándose exclusivamente en la gratuidad, aprobando una ley que traerá nefastas consecuencias para el país.

Atrás quedaron las declaraciones del entonces ministro de Educación, que día a día nos sorprendía con alguna nueva analogía. Se recordarán de algunas: quitar los patines, títulos de bakelita, gestor inmobiliario, apoderados embaucados, compra de fierros, fijación de precios, competencia libertina, y otros tantos que utilizaba como argumentos para la reforma educacional de la Presidenta Bachelet.

Hasta que a mediados de 2015 tomó la posta una ministra de Educación, quien realizó indescifrables esfuerzos, por la vía de minutas que trascendían, para sacar adelante la reforma. Claramente fue pragmática. Realizó 14 cambios para que, por fin, la Cámara aprobara un proyecto. Un proyecto a medias, porque dentro del pragmatismo tuvo que prometer muchas cosas. Sacar a las universidades estatales y redactar una ley especial para ellas; poner fin al Crédito con Aval del Estado; gratuidad universal, se supone, en treinta años más; entre otras.

Pero lo más curioso es que a pesar de los esfuerzos gubernamentales, de los sucesivos e improvisados cambios, de las promesas, de la presión para que se legislara al estilo fast track , nadie, pero nadie, quedó contento.

El Consejo de Rectores fue duro. Su vicepresidente dijo: "No estamos disponibles para proyectos políticos o ideológicos de carácter contingente". Y ya informaron que se reunieron con el presidente del Senado... "para hacerle ver que el proyecto (...) contiene graves desequilibrios".

Las universidades Austral, Concepción y Santa María cuestionaron el nuevo modelo de gobernanza que se establece y anunciaron la preparación de indicaciones para ser presentadas en el Senado, pues de otra manera esas universidades se encontrarán infringiendo la ley.

El rector de la PUC, en una fuerte carta pública y luego de un análisis del proyecto expresó: "Estos son tres ejemplos que reflejan falta de conocimiento, madurez y profundidad intelectual de un proyecto que, a pesar de sus falencias, sigue avanzando, con nefastas consecuencias para el desarrollo de la educación superior del país".

La UDP y U. Alberto Hurtado hicieron ver en carta pública su disconformidad con la forma en que se calculan los aranceles regulados que les significan cuantiosos déficits en sus presupuestos, haciendo presente que tendrán que revisar su decisión de mantenerse en gratuidad o retirarse de la misma.

Las universidades privadas no gratuitas hemos planteado hasta el cansancio que este proyecto no solo es de una mala calidad técnica, ideologizado, que violentará la autonomía de las universidades y que afectará seriamente la calidad de las mismas y, lo más grave, que el Estado tomará el control del sistema a través de la Subsecretaría de Educación Superior, dejando el futuro de las instituciones sujeto a los vaivenes de los gobiernos de turno.

Los alumnos, todos hemos sido testigos del rechazo que han manifestado en las calles, en cartas públicas y en el Congreso. La sociedad, de acuerdo a los estudios de opinión, nos indica que casi 7 de cada 10 chilenos se muestran en desacuerdo con la reforma.

Y en el Congreso también se sintieron voces de descontento. El Gobierno, en un acto de sublime irresponsabilidad, presionó e hizo que el proyecto se votase en una sesión que duró 23 horas y luego solo dio una semana de plazo a la comisión de Hacienda de la Cámara para discutir un proyecto que nos costará a los chilenos, 3.500 millones de dólares anuales.

Es peligroso lo que está pasando en el país, nadie está de acuerdo, pero el Gobierno insiste y logra su aprobación, con los mismos legisladores que se quejaban. Es curioso cómo la obsesión por sacar adelante una promesa de campaña hace que se pierda de vista el interés general de la nación. Todos la rechazan, salvo... el Ministerio de Educación, que la empuja. Un verdadero diálogo de sordos.

Rubén Covarrubias Giordano

Rector Universidad Mayor

viernes, 30 de junio de 2017

Muletillas Periodisticas - Oscar Squella

Muletillas periodísticas

   
Muletilla es un término o frase que se repite muy a menudo. Así, hoy, "Cuídese", a modo de despedida, aunque yo no puedo evitar pensar que la persona que lo dice me ha notado mal semblante. Y muletilla periodística es aquella que repiten los periodistas y quienes animan programas de radio o televisión. Por ejemplo, "Vamos a cambiar de tema" o, peor, "Vamos a cambiar bruscamente de tema", y, como si nos encontráramos en una sala de clases, "Ponga atención", o "Vamos a la pausa", expresión esta última con la que lo que se quiere decir es "Vamos a la publicidad", y esto cuando no son los mismos periodistas o conductores los que la hacen directamente. En el caso de la prensa escrita, lo que ocurre hoy no es que la publicidad interrumpa las noticias, sino que las elimina. Toda la página derecha o impar con publicidad y la mitad inferior, si no más, de la izquierda o par, dejando un pequeño rectángulo para una brevísima información, son prácticas de los medios escritos que obligan a preguntarse si la publicidad está allí para hacer posible las noticias o si estas para dar cabida a la publicidad. Añada usted las frecuentes páginas y suplementos institucionales que vienen con colores, tipografía y diagramación diferenciada respecto del cuerpo principal del diario o revista y la pregunta adquiere mayor pertinencia.

Los comentaristas deportivos son maestros de la muletilla y del uso de términos eufemísticos, es decir, de la sustitución de palabras por otras que suenan un poquito mejor. Por ejemplo, y tratándose del fútbol, ya no hay guardalíneas, sino "árbitros asistentes", mientras que el hoy llamado "cuarto árbitro" no es más que un mirón que sigue el encuentro fuera de la cancha. Los simples entrenadores pasaron a ser "profesores", mientras en las universidades los auténticos profesores hemos sido disminuidos a "profes" por nuestros alumnos. Los tres palos son ahora "tubos" y la segunda división fue transformada en "Primera B", lo mismo que pasa en las universidades, donde ya no hay ayudantes, sino "profesores ayudantes" y, dentro de muy poco, "alumnos profesores". La buena campaña de un equipo es "campañón" y los "goleros" jubilaron a los viejos arqueros. Los partidos de fútbol no se ven, no se analizan, no se interpretan: hoy lo que se hace con ellos es "leerlos", y tal vez sea "leyendo" partidos de fútbol que consigamos suplir el déficit de lectura real que tenemos en el país.

Fuera ya del ámbito deportivo, "arista" ha hecho metástasis en el habla periodística nacional, lo mismo que el trato de "Maca", "Nico", "Cata", "Mati", y así, entre conductores de programas que están al aire. Ya nadie "trabaja", sino que "hace la pega". Todo también se nos ha vuelto "problema país". Todo. Absolutamente todo. Hasta la ubicación de un semáforo en una apartada zona rural. "Problema país" suele ser aquel que interesa únicamente al que utiliza esa expresión y deja completamente indiferentes a todos los demás. La gente habla de "reinventarse" cada vez que cambia simplemente de trabajo y de "estar disponible" cuando queda sin pega y se muere de ganas de conseguir un cargo público. "Raya para la suma" es todo lo que la mayoría sabe de matemáticas, y "entre comillas", con dos dedos de cada mano dibujándolas en el aire, es ya de lo más común. Y cada vez que un gerente habla de "ajuste laboral", los trabajadores pueden ir poniendo las barbas en remojo, porque lo que pasa es que van a despedirlos por "necesidades de la empresa", es decir, la exigencia de que las ganancias de los dueños no bajen siquiera una décima.

La gente hoy no muere, "fallece", y si uno se fija en la redacción de los avisos de defunción, algunos simplemente han fallecido mientras otros han "entrado en la Casa del Señor" o pasado a "decorar el Oriente Eterno". En algunas noches del año -24 y 31 de diciembre o un cumpleaños cualquiera- la gente ya no come, "cena", y "parrilla" no es un utensilio para poner algo a asar, sino la programación del próximo festival de la canción.

Declaro agradecido que algunos de esos ejemplos los debo al delicioso libro de Juan Andrés Piña, "Diccionario del siútico", aunque también he agregado unos propios. Y si bien las muletillas no se reducen al campo periodístico, las Escuelas de Periodismo deberían incluir un ramo acerca de cómo evitarlas.

Junto con enseñar a decir hay que enseñar a no decir.

domingo, 25 de junio de 2017

Venezuela : El Gobierno de Transición // Luis Ugalde


El Gobierno de Transición // Luis Ugalde

Todo gobierno medianamente democrático si llega a una deslegitimación y fracaso parecidos a los de Maduro, renuncia y convoca a elecciones. La Constitución venezolana para situaciones similares prevé el referendo para revocar al Presidente antes de su término. Maduro tramposamente lo impidió; luego anuló la Asamblea Nacional y aplazó las elecciones regionales; ahora pretende eliminar la Constitución con una “constituyente” no convocada por el único que lo puede hacer, el pueblo. Es una locura pensar que la actual desesperación, deba y pueda prolongarse hasta fines de 2018. El creciente sufrimiento de la gente pide a gritos cambio ya: cambio de presidente y de régimen, con decisiones inmediatas para no seguir muriendo en la calle con la brutal represión o por hambre y falta de medicinas, a causa de la corrupción e ineptitud gubernamentales.

El Ejecutivo se ha convertido en verdugo del pueblo y se ha vuelto tiránico. Cambio ya para rescatar la Constitución y emprender de inmediato el camino de la reconstrucción, evitando más muertes y miseria. Para salir de este régimen sin esperanza hace falta cuanto antes un gobierno nacional de transición que tome de modo excepcional medidas de emergencia y convoque elecciones democráticas, previo saneamiento con remoción de los ilegales magistrados del TSJ y de los miembros serviles del CNE. Urge hablar públicamente para madurar un gobierno de transición saliendo del actual Ejecutivo deslegitimado.

Sería un grave error pensar en elecciones inmediatas. Antes necesitamos atender con apoyo internacional a la creciente emergencia humanitaria propia de una postguerra, sacar a todos los presos políticos, abrir el regreso de los exiliados, convocar a los empresarios a la activación de la emergencia productiva y atraer a los inversionistas con un nuevo espíritu democrático, libre iniciativa y garantías jurídicas. Urgen el refinanciamiento de la deuda y multimillonarios préstamos económicos para insumos productivos y para necesidades vitales de consumo. Nada de esto podría conseguir una nueva dictadura militar y tampoco un frágil ganador de elecciones partidistas con todos los demás (chavistas o no) en la oposición.

Es necesario un gobierno de transición con metas claras y tareas concretas, con amplio apoyo nacional por encima de parcelas partidistas. Un gobierno que incluya a opositores y chavistas, unidos en un esfuerzo de salvación nacional. Tal vez hace un año el gobierno de Maduro hubiera podido abrir este camino, pero ahora es imposible. El gobierno de transición debe fijar fecha de elecciones libres antes de un año, con condiciones democráticas y transparencia. Mientras ese gobierno responde a la población con medidas urgentes, los diversos grupos políticos y sociales deben llegar antes de las elecciones a una especie de Pacto de Gobernabilidad, con el compromiso de reconocer y apoyar a quien gane la Presidencia. Pacto con un programa básico de salvación nacional y de reconstrucción, de no menos de 10 años, apoyado por gobernantes y opositores democráticos. Todo ello imposible sin un gran apoyo internacional político, económico y humanitario.

Entramos derrotados a la modernidad del siglo XXI y a la superación de la pobreza. Ahora tenemos que subir una escarpada alta montaña de reconstrucción y no pensar ilusamente que con salir de este gobierno la tarea está hecha. Pero antes de empezar la subida enfrentamos un bloqueo dictatorial que impide avanzar. Quitar ese obstáculo es condición indispensable para seguir, pero, por terquedad de un régimen corrupto y sin esperanza se nos van en ello vidas, tiempo y energía, cuando urge desarrollar negociaciones e imaginación constructiva. La atención debe centrarse en la difícil subida de mañana y los requisitos para coronarla con éxito. Sin dejar la actual protesta de calle (acción decisiva para desbloquear los caminos constitucionales) debemos simultáneamente empezar a formar un gobierno de transición con hombres y mujeres de diversa procedencia pero unidos con claridad programática y decididos a no prolongarse más allá de los meses de transición emergente.

Un Gobierno de Transición, con todas las de la ley, con una Fuerza Armada decididamente democrática y defensora de la Constitución. Basarnos en la Constitución y en lo que nos queda de instituciones legítimas; en primer lugar la Asamblea Nacional en alianza con el pueblo sufriente alzado y con la Fiscal convertida en defensora de la democracia y unidos en el rescate del CNE y TSJ. La Fuerza Armada está obligada e invitada a asumir su responsabilidad constitucional y democrática en la difícil reconstrucción del país, con lo que recuperará los perdidos reconocimiento y afecto del pueblo. La alegría de Venezuela será inmensa cuando veamos aparecer un Gobierno de Transición realmente plural, de gente honrada e inteligente unida en un programa político de interés superior: la salvación del país. Cuanto más se haga esperar, más grave y dolorosa se volverá la actual agonía. Maduro usted, al cerrar los caminos de cambio, se convirtió en el eje de un régimen que tortura a Venezuela y ahora quiere perpetuarlo con el fraude de la Asamblea Constituyente.

Renuncie y quite el bloqueo que impide el inicio del ascenso a la montaña de la reconstrucción democrática con rescate de la esperanza y de la unidad nacional.

viernes, 2 de junio de 2017

Presidenta, ¿hoy día es mañana? - Carlos Peña


   
François Mitterrand (uno de los políticos con mayor conciencia de la escena histórica) dijo alguna vez, "júzguenme por los resultados". Al revés, la Presidenta Bachelet (una de las políticas, por decirlo así, con mayor sentido de la cotidianidad) pidió ayer que se la juzgara no por el resultado, sino por el horizonte histórico que su gestión había abierto.

¿Cómo se explica que una política más bien lejana a los vapores de la historia haya terminado apelando a ella?

Hegel, en su filosofía de la historia, se pregunta qué puede justificar los tropiezos, los fracasos y las ruinas que se ven cuando se mira hacia atrás. Y se responde que ello queda justificado porque en el futuro, esos fracasos y esos tropiezos se revelarán como el camino que debió seguirse para que el Espíritu alcanzara su plenitud y se reconciliara consigo mismo. El futuro, en suma, era la justificación de las torpezas del presente.

Es poco probable que la Presidenta sea lectora de Hegel; pero no cabe duda que su discurso repitió el mismo argumento. Las cosas no han estado del todo bien, dijo; pero el horizonte histórico se ha modificado, de manera que alguna vez, cuando se mire hacia atrás, lo que hoy parece tropiezo se revelará como un salto. Si me juzgan por los resultados, insinuó Bachelet, puede haber motivos para la duda; pero si se atiende al gran teatro de la historia, todo es mejor, y cuando seamos capaces de verlo ninguna duda quedará en pie. Hacia el final, de nuevo brotó la referencia a la historia.

El escribidor del discurso, luego de enumerar logros, proyectos y medidas, guió a Bachelet hacia una figura que recordó vagamente el discurso de la Marcha de la Patria Joven ("La bandera de O'Higgins. La bandera de Aguirre Cerda... no ha sido el empeño de uno. La historia que hemos puesto en movimiento..."). De nuevo la idea de que el futuro, ese vapor, podría curar las torpezas del presente.

Esta invitación a leer el presente desde un futuro que se ensancha puede explicarse, sin duda, como una forma retórica y levemente elusiva de reconocer errores y torpezas, envolviéndolos en el consuelo del largo plazo; pero también, y quizá esto sea lo más significativo, puede ser vista como un síntoma del tipo de política que comienza a extenderse en la esfera pública chilena y de la que este discurso puede ser el puntapié inicial: la política como escatología.

La escatología es esa parte de la teología que invita a leer el presente desde el supuesto destino trascendente del ser humano. La política concebida como escatología invita a imaginar la acción gubernamental y a juzgar su desempeño, a la luz de un futuro imaginado que le sirve a la vez de inspiración y de coartada.

El discurso de la Presidenta pertenece a ese género.

Y de alguna forma, él conecta con un cierto estilo cultural que, poco a poco, se está expandiendo en la política chilena.

Ese estilo consiste en concebir la política como una tarea de transformación inspirada no en los objetivos modestos e incrementales de la política decidida a dar un paso cada vez, midiendo las consecuencias y atenta a retroceder cuando sea necesario, sino en la narración global de un futuro que se espera y por referencia al cual se mide la acción del día a día, y para cuyo logro ningún precio parece demasiado alto, ningún entusiasmo poco y (como se vio en la cuenta) ningún aplauso suficiente.

Y es que quizá la mayor transformación cultural que se ha experimentado durante el gobierno de Bachelet no sea la lucha contra el fantasma neoliberal y a favor del Estado, sino contra la política concebida como transformación del presente, y a favor de la política concebida como la transformación del futuro. Y esto (cuyo principal exponente es el Frente Amplio, con el que la Presidenta, como se ve, tiene más parentesco que el que ambos están dispuestos a reconocer) no es solo un cambio de temporalidad de la política o el reverdecer de la adolescencia, sino una transformación mayor, porque invita a algo peligroso: a medir los logros del quehacer gubernamental comparándolos no con el hoy, sino con el rostro sin facciones del futuro, una tierra que todos habitan, pero en la que nunca nadie ha estado todavía.

Hasta que a alguien se le ocurra preguntar, ¿hoy día es mañana?

lunes, 22 de mayo de 2017

Maduro Inmaduro - Martin Bruggendieck


El Libero  
“El Paraíso Terrenal… yo tengo muy asentado en mi ánimo que donde dije, en Tierra de Gracia, allá es donde se halla”. Con estas palabras el Gran Almirante don Cristóbal Colón dio noticia en 1498 a los Reyes Católicos de España acerca del descubrimiento del delta del Orinoco y el golfo de Paria en el transcurso de su tercer periplo por el Caribe, ocasión en que por primera vez tocó las costas del continente sudamericano propiamente tal. Tres siglos después y con no menor entusiasmo, el naturalista Alexander v. Humboldt dedicaría parte importante de las descripciones y observaciones correspondientes a la primera etapa de su excursión por tierras sudamericanas a los paradisíacos parajes que conoció apenas tocara las costas continentales, aquellas de la hoy República Bolivariana de Venezuela.

En 1528 el rey Carlos I de España extendió la llamada Capitulación de Madrid, que permitía arrendar temporalmente parte de la Provincia de Venezuela a las casas bancarias y de inversiones alemanas Fugger y Welser, lo que dio paso a la creación del “klein Venedig”, la pequeña Venecia, nombre surgido de la observación por parte de los alemanes de los conglomerados de palafitos que habitaban los aborígenes cerca de la desembocadura del Orinoco.

Esta encantadora nueva Venecia parecería indigna de los sufrimientos que ha debido sobrellevar a lo largo de su historia, bastante similar, con los debidos matices, a casi todas las nuevas naciones que surgieron del abandono definitivo de América por los españoles.

Venezuela vive hoy uno de esos capítulos político-históricos que hacen dudar de la cordura humana. La persistente y fanática negación de los derechos civiles y ¡humanos! por parte del Presidente Nicolás Maduro, sus mañas para apernarse al poder, sus desvaríos ideológicos, su falta de pensamiento propio, su inconsecuencia frente a los propios partidarios del “chavismo” y, claro, su sangrienta represión de las manifestaciones opositoras son algunos de los hechos que constituyen síntomas suficientes para aseverar que la República Bolivariana está sumida en una crisis de alcance impredecible. Dichos síntomas tienen en vilo a millones de latinoamericanos, europeos, norteamericanos y neo-marxistas, tanto ortodoxos como gramscianos del orbe, todos pendientes de si la ruleta venezolana desfondará de una vez la banca madurista, o si el país podrá finalmente avanzar hacia una democratización profunda y verdadera. Cabe decir que la disyuntiva está bajo el microscopio de los políticos del orbe, tanto de los totalitaristas como de aquellos que creen en los valores esenciales de una forma de organización política que propende a generar la convivencia nacional e internacional en paz y con progreso.

Venezuela es un país potencialmente riquísimo: posee las mayores reservas mundiales de petróleo, una ganadería desarrollada en las grandes planicies o sabanas, sorprendente en sus alcances, especialmente por su producción de ganado de pastoreo, algo amenazado a nivel mundial. Sus reservas del “commoditie” son inmensas y hasta hace unos años su población multirracial trabajaba en pos del progreso individual y social.

Hoy, duele Venezuela -para dar espacio a un lugar común pero siempre sugerente. Las manifestaciones callejeras de los opositores democráticos contra un Presidente que usurpó el poder al morir Hugo Chávez crecen día a día. Su encumbramiento tras la muerte de su maestro Chávez mereció dudas de comienzo, pues en el marco de la Constitución chavista de 1999, el legítimo sucesor del mandatario “bolivariano” debió ser el entonces presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello. Las sombrías raíces del madurismo, por si existe algo semejante, arraigan directamente en la ideología de Hugo Chávez, el verdadero instaurador de un indigesto cóctel de fascismo, populismo y marxismo “revisionista”, hoy apodado chavismo.

Venezuela, como tantos países “en vías de desarrollo”, ha sufrido de permanente inestabilidad política, del ir y venir entre el orden dictatorial, las inclemencias del caudillismo y con algunos períodos de encomiable democracia y estabilidad económica. Chávez, oficial de las fuerzas armadas de Venezuela, pretendió un golpe militar que fue abortado y que le costó un tiempo tras las rejas, aunque pronto surgió para él un impetuoso apoyo que permitió su liberación. En 1999 ganó las elecciones presidenciales y se estableció como la gran esperanza para el llamado mundo progre. Innegable su carisma, pero Hitler también llegó al poder por vía de elecciones democráticas libres y no le faltó el carisma de Satanás.

El problema de fondo del caso Maduro es que el verdadero auspiciador de su brutalidad fue Chávez, quien pocos meses antes de su muerte dejó establecido que Nicolás Maduro debía ser su reemplazante.

¿Y quién es Maduro? Un self-made man es mucho decir. Nació en pobreza, no concluyó su escolaridad, condujo autobuses por espacio de siete años y luego se cegó con la simpatía que le demostraba Chávez. Fue uno de los impulsores de la campaña de liberación del ex militar cuando éste permanecía preso. Y Maduro haría carrera a la sombra de Chávez. Como Stalin y Jrushchow a la sombra de Lenin. La brutalidad es un estimulante común de los déspotas. Y la brutal represión que hoy se ejerce contra los venezolanos da testimonio suficiente de su pensamiento “básico”, a pesar de todas las argucias chavistas para evitar la “intromisión” de los medios de comunicación mundiales, que día a día van desmenuzando lo que ocurre y se hacen eco de los luctuosos sucesos acaecidos en Venezuela.

No pretenderé aquí reiterar los datos más recientes, pues todavía hacen primeras planas y apuntan a una creciente viscosidad de la situación. Los ataques maduristas contra la Asamblea Nacional, la prensa y la empresa privada, la pauperización de una ciudadanía sufriente, las frustradas esperanzas de los presos políticos y las disquisiciones de los organismos internacionales nos llegan cada mañana con el desayuno.

La momentánea conclusión respecto de la oscilante situación es que el virtual dictador venezolano suele dar cinco pasos adelante para luego y titubeando, dar sólo uno para atrás. ¿Asombrarnos cada mañana? No, la desgracia ajena en nuestras pantallas pronto es reprimida por nuestro racionalismo para hacer del olvido alivio. Son pocos los chilenos que recuerdan a cabalidad lo acontecido en Chile en los albores de los 1970. O en Argentina bajo Perón y su arrogante pseudo fascismo. No hablaré de Cuba, pues da urticaria. Regímenes de “democracia popular” acuñan su sello personal y acaban convirtiéndose en monarquías absolutas y heredables. En Venezuela se pone una vez más en escena el peligroso rito de instauración del personalismo totalitario, fatalidad que de tiempo en tiempo afecta a países diversos, quienes en consecuencia derivan hacia las antípodas del régimen democrático representativo, que si bien inestable en sí, siempre es perfeccionable. Y en esto último reside su gran ventaja, aunque también su debilidad. Las democracias occidentales no han incorporado en su mayoría un principio fundamental: “No abrirás las puertas a los enemigos de la democracia”, a menudo ocultos tras el babero de reivindicaciones juveniles o las barbas ideológicas de carácter prehistórico.

Lo más descabellado del drama venezolano parece ser que en la actual constitución de la República Bolivariana, primero redactada por una asamblea constituyente y después aprobada en el referéndum constitucional de 1999, afirma que la República Bolivariana de Venezuela se constituye como un estado social y democrático de derecho y de justicia, que sostiene como valores un estado socialista, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia y la responsabilidad social, además de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político.

La actual situación venezolana exhibe una gravedad que amenaza con arrastrar al país a un punto sin retorno. Hasta ahora han sido pocas las voces que se han escuchado con fuerza en el mundo. Casi todos hacen como si no pasara nada.  La OEA, la ONU, naciones democráticas supuestamente garantes de la libertad -como Estados Unidos- e incluso altas instancias de la Iglesia Católica, como el CELAM, no parecen querer ir más allá de una intervención simbólica, aunque paso a paso se observa una mayor disposición a tomar cartas en el asunto. Sólo muy recientemente ha puesto Washington alguna atención en Caracas, lo que se espera amplíe el rango de las protestas, cuya represión será explicada como “herramientas del imperialismo”. El flaco favor que con sus acciones acotadas hizo a la comunidad latinoamericana el ex Secretario General de la OEA, José Miguel Insulza, de reconocida trayectoria socialista, al someterse al dictat de poner paños fríos a lo explosivo, ha sido medianamente contrarrestado por el actual, Luis Almagro, quien sí ha formulado llamados y ha alentado la acción de los gobiernos del continente para frenar a Maduro. Pero, éste no es un hombre que se amilana ante “llamados” y “sanciones”. Sencillamente dio otro paso adelante y desvinculó a Venezuela de la OEA. Al menos formalmente. Pronto volvió a titubear.

Para tomar nota de otra arista de la situación venezolana debemos resaltar el hecho de que la “república bolivariana” no ha podido hacer frente a la histórica media de 18 mil asesinatos anuales en el país, la segunda tasa más elevada del planeta, factor no despreciable en relación a la sangrienta represión madurista que ya ha costado la vida a unos cuarenta opositores. “País caliente” se dice. Claro, aún más caliente cuando se despliegan sobre los techos aledaños a las calles por donde se desplazan los manifestantes a francotiradores que se afanan en incrementar la mortal tasa, o cuando las fuerzas de seguridad y los “colectivos bolivarianos” golpean a matar a mujeres y adolescentes. ¡Matar es sencillo, llevar la vida a buen destino, difícil, compañero Maduro!

Hubo en el pasado un caso notable que justificó la llamada “injerencia humanitaria” para impulsar a las naciones a una intervención: Somalia. Venezuela no está lejos de una “crisis humanitaria” de alto voltaje y tan sólo el hecho de que con el dinero del petróleo se estén comprando voluntades y silencios fuera de Venezuela y que el régimen sea “progre” explica la actitud cómplice de parte de naciones latinoamericanas de orientación filo-marxista. ¿Qué dirían los medios de comunicación y los líderes políticos y religiosos del mundo si esto pasara bajo un dictador de derecha? En esto, como en tantas otras cosas, ser de izquierdas -moderadas o radicales- da una especie de vamos a la arbitrariedad y el matonaje.  Más grave aún es que en Venezuela hay millones de personas que viven sin seguridad, sin alimentos y sin garantías constitucionales, dependiendo de la arbitrariedad de una dictadura todavía embrionaria que lenta y “prudentemente” va revelando su objetivo totalitario. “Venezuela muy pronto puede ser peor que Siria”. Así estiman observadores y analistas europeos. ¿Cuánto tardará la ciudadanía venezolana en exhortar directamente a los países vecinos?

Ahora, veamos cómo las ideas del chavismo ya no sólo sirven de ejemplo para lugares como Nicaragua, Ecuador o Bolivia, sino que se están exportando a Europa. Y no es broma: los movimientos inspirados en el chavismo ya se han posicionado como la tercera fuerza electoral en España y Francia nada de poca cosa.

La espuria solución de Maduro a su drama individual y al colectivo es la cada vez más popular receta mágica para los dolores del socialismo latinoamericano: Asamblea Constituyente… para “refundarlo todo”. ¿Le suena conocido? Es que la receta simple, pero grandilocuente, de convocar a las masas a un proceso refundacional ya no reconoce fronteras. En el plano más inmediato, Maduro ha amenazado con repartir medio millón de fusiles a las milicias bolivarianas o “colectivos”, con objeto de sacar adelante su “revolución”.

La República Bovariana se aproxima a su desquiciamiento histórico. Pero éste no puede ser bien comprendido sin hablar de los esfuerzos realizados a favor o en contra de Maduro.  Luisa Marvelia Ortega Díaz (59), amén de ser chavista a ultranza, se ha posicionado como uno de los rostros más conocidos del gobierno de Maduro hecho que se debe principalmente por ser la Fiscal General de la República, que envió tras rejas a Leopoldo López, líder de la oposición, pero que sorprendentemente rechazó la finta madurista de eliminar la Asamblea Nacional y “entregar” el poder a los tribunales, dominados por el madurismo. En Venezuela hay una soterrada lucha entre los poderes del estado. Tras la exigencia del parlamento de defenestrar de sus cargos a un número de integrantes del tribunal constitucional, el gobierno socialista acusó a la mayoría parlamentaria de oposición de intentar un “golpe de estado”. Maduro: “Enfrentamos un desquiciado ataque de la oligarquía y del imperialismo”. Soberbia mezcla de socialismo a la antigua y populismo desfachatado. Claro que al hablar de “populismo” se entra en un terreno fangoso. Pues en determinada situación puede hablarse de populismo neto, y en otra de demagogia pura. Ahora bien, tampoco faltan ingredientes puramente fascistas –no hitleristas- contando entonces con una gran variedad de recursos y métodos. Por otra parte, sobran razones para considerar que este neofascismo y el nacionalismo a ultranza siempre han cultivado lazos con la izquierda política, constituyéndose en una variante chovinista del socialismo de estado, v. gr. bolivarianismo, peronismo, chavismo, con sus programas económicos colectivistas, su proteccionismo, sus nacionalizaciones y su narrativa política. Dato de antología al respecto: está documentado que V. I. Ulianov, alias Lenin, se inspiró en los principios fascistas que esgrimían algunos feroces partidarios de la Rusia zarista en lo referente a la estructura de su estado totalitario. Todo es un solo pastiche en esta aldea global, síntoma de los grandes cambios paradigmáticos que vivimos sin mucho darnos cuenta.

El patético y regresivo estilo de conducción del actual mandatario de Venezuela destaca tan poderosamente en el mapamundi como el de su “colega” Kim, en Corea del Norte, tan inmaduro que el Presidente estadounidense Donald Trump, aparte de ofrecerle un acercamiento personal, lo tildó de jovencito inexperto (tiene 27 mal llevados años). Hay también implicancias e inserción de la corriente política venezolana en el vasto abanico global, constituyendo sin duda uno más de los “hot spots” mundiales actuales, junto con la violencia que nuevamente amenaza a Colombia y a la América central, los siniestros atentados del extremismo musulmán, las vergonzosas corrupciones y malversaciones en todo el orbe, la incapacidad de los políticos de mirar más allá de sus calculadoras y toda la pandemia de desaciertos que parecen regir el mundo global, factores todos que obligan a recordar la Europa de los años 30 del siglo recién pasado.   Muchos hablan hoy de la carencia de líderes genuinos. Porque, dígame usted, ¿cuántos estadistas se perfilan en su conciencia cotidiana? Bastan los dedos de una mano, si es que no sobran.

Los torpes carraspeos egocéntricos de personajes no nacidos para gobernar suelen atribuirse al subdesarrollo político, económico y social de sus países, lo que indefectiblemente conduciría al voluntarismo dictatorial. Esta suerte de individuos desconoce por completo la realidad más profunda de la democracia, tal como surgió en Occidente. Y Nicolás Maduro no ha madurado como para darse cuenta de que no puede moverse como un elefante aprisionado en una cristalería (por demás, bien defendido por su eterno chaleco antibalas), sino que debe alcanzar un desarrollo personal que le permita comprender los acontecimientos y las transformaciones reales que ocurren a nivel global.

Históricamente, cuando no hay nada o muy poco que repartir, las naciones se ven tentadas por los infaltables flautistas de Hamelin, desconociendo que hay que invertir y hacer producir ese poco para sumarse al coro de los países dignos y libres. Otra señal característica es que se niega toda probidad y derecho de ejercer la política a quienes han logrado fortuna, síntoma característico del ideario marxista gramsciano y castrista (fenómenos cuyo paralelismo valdría explorar).

El problema con el escenario venezolano es que cuando sus principales actores optaron por “bajar” el libreto de Hugo Chávez, la utopía bolivariana cayó hecha añicos, pues bien sabemos que cuando la realidad supera a la fantasía se acaba la izquierda, como bien sabemos en Chile y debería aprender Maduro. Hablar abiertamente de V. I. Ulianov (Lenin) no parece ya decoroso, pero sus tácticas decimonónicas siguen aquerenciadas en nuestra América latina. El arte de la deconstrucción sistemática del sistema democrático representativo y de la economía de mercado es un sino de las izquierdas, tanto de las duras como de las solapadas.

Y ya que de historia hablamos, hablemos de los “hard facts”: Nicolás Maduro fue juramentado como presidente de la República Bolivariana en reemplazo de Chávez tras fallecer éste. Fue ratificado por la Asamblea Nacional, no obstante que según el artículo 233 de la Constitución chavista aquello era inconstitucional. Teniendo a su favor toda la maquinaria chavista, logró reelegirse en 2013. El 9 de septiembre del mismo año fue presentada ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) la impugnación de las elecciones debido a un supuesto y engañoso recuento de los votos. Transcurrió apenas un día para que Maduro hiciera efectiva la salida de Venezuela de dicho mecanismo. ¿Cuál fue el trasfondo de esta situación? Las elecciones presidenciales de Venezuela se desarrollaron el 14 de abril del 2013. En ellas se emitieron 14 988 563 votos válidos, distribuidos de la siguiente manera: Nicolás Maduro Moros obtuvo 7 587 532 (el 50,61 %) y Henrique Capriles Radonski, 7 363 264 (el 49,1 %). La conflictividad política de 2013 por los resultados de la elección presidencial desencadenó las manifestaciones venezolanas de 2014, a las que se sumó un deterioro marcado de la economía, un aumento sostenido de los índices de criminalidad a nivel nacional y denuncias de corrupción en organismos públicos.

Ahora bien, Maduro hace preguntarse por la verdadera ideología de Chávez, tildado por uno de sus discípulos como “el mayor humanista de la historia”. ¿Comunismo caudillista, con una careta mesiánica? Latinoamérica estuvo por décadas presa de la ideología que emanaba y sigue emanando de la trágica Cuba, altar de las ilusiones y del supuesto paraíso que construirían Fidel y el Ché Guevara, y que a ojos vista llegó a parecerse más al Gúlag que al Edén de las libertades. Chávez nunca fue un niño de pecho. Era un utopista rendido al caudillismo y al tropicalismo político. Chávez fue un populo-fascista-marxista-chovinista. Podríamos aventurar que Maduro es una creación leninista de Chávez: ¡El poder a como sea! Las actuales resquebrajaduras al interior del chavismo, observadas con detenimiento por los analistas de la escena internacional, parecen nacer del intento madurista de salir adelante con un populo-marxismo-castrista. Pero le falta el brillo, la capacidad de convencer, la labia característica de Hugo Chávez. Además, sueña con extender el socialismo bolivariano a todo el continente hispanoamericano; ya hay países donde va sentando sus raíces. Con todo, Maduro sólo se parece cada día más a Kim, quien preside un país tras haber heredado en cargo de su padre.

Los populismos latinoamericanos vienen de larga data. El número de caudillos y de dictadores son virtualmente incontables en la historia de las naciones sudamericanas. Chile se ha salvado hasta hoy de contraer semejante mal. Pero nunca se ha analizado lo bastante cuál es la plataforma que sostiene a estos regímenes. El “peronismo” socavó el bienestar y la riqueza de la Argentina. El alma de los “descamisados” siguió su curso, proyectándose como el fatal sino de la vecina república. Tal vez Castro y su hermano hayan obedecido a una categoría diferente, pues accedieron al poder tras vencer en una guerra de guerrillas. Muchos de los otros llegaron forzados por intereses comerciales extranjeros y un gran número de ellos fueron elegidos democráticamente para acto seguido renegar de la democracia bien entendida. Pero junto al chavismo destaca otro engendro populista: el “kirchnerismo”. Hace unas semanas se viralizó en Internet la afirmación de una buena ama de casa bonaerense: “Cristina [viuda del “peronista” Kirchner y fundador del “kichnerismo”] robaba, pero teníamos para comer, hoy tenemos que laburar”. La increíble frase que encierra el largo drama argentino explica muchas cosas, muchas actitudes y una tremenda inmadurez cívica. ¿Perdurarán esas voces?

Martín Bruggendieck es filósofo de la cultura, escritor y traductor.

jueves, 11 de mayo de 2017

El fin del ciclo de las coaliciones permanentes - Carlos Hunneus

El fin del ciclo de las coaliciones permanentes
"...la coalición permanente perjudica a los partidos, que no necesitan cuidar sus identidades históricas y programáticas para entusiasmar a sus votantes, porque priorizan las del conglomerado...".

   
La decisión del PDC de concurrir a las elecciones presidenciales de noviembre con la senadora Carolina Goic es de grandes alcances porque pone fin al ciclo de la política de coaliciones permanentes, iniciado en el plebiscito de 1988.

La Concertación, una coalición del centro y la izquierda, fue creada por la dura experiencia de la dictadura y el difícil contexto de la transición: la presencia del dictador en la arena política, el binominal, etcétera.

Sin embargo, esas razones se desvanecieron, y la alianza política, con el paso del tiempo, siguió más bien por inercia, justificada por el desempeño pasado. El ingreso del PC cambió su naturaleza hacia una coalición de izquierda con un débil centro.

Esta práctica dio la espalda a una historia de sistema múltiple de partidos, que reflejaba el pluralismo político y la integración de fuerzas políticas a la democracia.

El mantenimiento de la coalición tuvo altos costos políticos, con la crisis de representación, expresada en el debilitamiento de los partidos -en su organización y en sus capacidades para participar en el Gobierno- y el desplome de la participación ciudadana en las votaciones. En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2013, el 58% se quedó en sus casas y saltó al 65% en las municipales de 2016. Es probable que esa tendencia continúe en las de este año.

También tiene responsabilidad en la crisis de legitimación del sistema económico, con el financiamiento ilegal de la política por importantes empresas, que mostró la estrecha relación existente entre el poder económico y el poder político. Ello se expresó antes en una agenda pública amistosa con los intereses del primero. Con una competencia partidista, esa desviación podría haberse detenido.

La coalición permanente perjudica a los partidos, que no necesitan cuidar sus identidades históricas y programáticas para entusiasmar a sus votantes, porque priorizan las del conglomerado.

Daña la competencia electoral al limitar las opciones a dos bloques -el Sí y el No, la Alianza y la Concertación, Chile Vamos y Nueva Mayoría- y rechazar que sea entre todos los partidos, como ocurre en todas las democracias. Esto perjudica la participación electoral, porque los votantes no ven diferencias programáticas entre los partidos y los candidatos, acentuado por la primacía del consenso económico entre los dos bloques. Las campañas electorales son aburridas y predecibles en sus resultados, lo que explica la caída de la participación.

El desplome de la participación lleva a la formación de gobiernos minoritarios. Michelle Bachelet se impuso en la segunda vuelta de las elecciones de 2013 con el 62,2%, pero, como votó el 42% del electorado, su respaldo fue de un 25,5%. Tuvo una mayoría fabricada por el balotaje, pero su base política fue limitada, la cual se expresaría en las encuestas antes del caso Caval.

Un Presidente minoritario no tiene poder para enfrentar problemas complejos y los que afectan intereses poderosos.

La debilidad de los partidos explica que, cuando proclaman un candidato presidencial, ello no tiene impacto en la opinión pública. La senadora Isabel Allende, entonces presidenta del PS, reprochó a los precandidatos de la colectividad y al ex Presidente Lagos "no marcar en las encuestas".

El debilitamiento de los partidos es elocuente en el escenario presidencial, con dos partidos sin candidato -PS y PC- y dos postulantes independientes, sin biografía política: Alejandro Guillier y Beatriz Sánchez. El periodismo les permitió ser conocidos por la población, y esto llevó al pequeño PRSD y al Frente Amplio y RD, ambos en formación, a invitarlos como abanderados.

Ningún país mantiene una práctica de coaliciones permanentes. La CDU en Alemania ha gobernado por muchos años con los liberales del FDP y, en la actualidad, lo hace en gran coalición con el SPD. Sin embargo, cada partido ha mantenido su perfil propio, especialmente en las elecciones.

Sorprende que partidos "progresistas" justifiquen la continuidad del conglomerado por la tradición, ignoren la crisis de representación y del sistema económico, tengan aversión al cambio político y empleen el chantaje de la lista parlamentaria para forzar un acuerdo con un partido con el cual gobernaron y actuaron en coalición durante un cuarto de siglo, que ha tenido el coraje de tomar una decisión indispensable para el futuro de la democracia.

Dos candidaturas presidenciales, del PDC y la izquierda, que compiten ante el electorado, son el primer paso para enfrentar la crisis de representación y de legitimación del sistema económico.

jueves, 27 de abril de 2017

Abrazar Venezuela desde Chile - Christian Warnken

Abrazar Venezuela desde Chile

   
Las imágenes que nos llegan desde Caracas mostrando esas multitudinarias y heroicas manifestaciones del sufriente pueblo venezolano no debieran dejarnos indiferentes.

Venezuela fue un refugio cálido y generoso con muchos exiliados chilenos en tiempos difíciles. He escuchado el testimonio de algunos de ellos y todos coinciden en recordar el afecto y la solidaridad del pueblo venezolano con los chilenos de la diáspora de la dictadura. Entre ellos el poeta Gonzalo Rojas, que vivió en un departamento de la calle Turpial, en Caracas, que le da título a uno de sus poemas: "Turpial A 6-B". "Tengo de Venezuela los más bellos recuerdos. Nunca olvido que llegué allí desde una Alemania muy sombría (Alemania Oriental)... Fui acogido por mis grandes amigos. Viví feliz en Venezuela y trabajé mucho", recuerda el niño-viejo de Lebu del sur de Chile que volvió a florecer en ese pedazo del Caribe.

Hoy día nos toca a nosotros abrir los brazos a ese pueblo desbordante de energía, que está cruzando hoy su propio infierno, su noche oscura de la historia. No hay que olvidar que hasta este extremo sur del planeta llegó en el siglo XIX un venezolano ilustre, Andrés Bello, huyendo de una de esas turbulencias que cada cierto tiempo hunden a nuestra América Latina en el extravío. El trauma del caos político y social vivido por su generación despertó en él una "pasión por el orden" que de alguna manera heredamos de él y que nos dio décadas de estabilidad. A él le debemos todo: el Código Civil, la creación de la Universidad de Chile y las semillas de una cultura humanista, en un país que entonces era una aldea y en un cierto sentido un páramo.

Uno de nuestros padres de la patria es, entonces, un venezolano. A lo mejor muchos nuevos Andrés Bellos están llegando entre los miles de venezolanos que hoy se están domiciliando en Chile. Tenemos que conversar mucho con ellos (y con los cubanos, haitianos, colombianos), saber mirarnos en la diferencia y la complementariedad y enseñarnos unos a otros lo que nos falta.

Me alegro cuando escucho el acento venezolano en la calle o en el metro. El otro día degusté una "marquesa", la mítica torta de chocolate venezolana, en un café de venezolanos en Providencia. Cerré los ojos, y la "marquesa" fue mi "Madeleine" de un país que me gustaría conocer más, un país de dos rostros: uno violento, el otro muy dulce.

Los países no solo son países, sino también estados de ánimo y sensaciones. Sería interesante que los inmigrantes dijeran qué perciben y qué "degustan" de nosotros. Andrés Bello, en una carta escrita a un amigo, decía de Chile: "El país hasta ahora me gusta, aunque lo encuentro algo inferior a su reputación, sobre todo en cuanto a bellezas naturales. Echo de menos nuestra rica y pintoresca vegetación (...) y aún algo de la civilización intelectual de Caracas, en la época dichosa que precedió a la revolución. (...) En recompensa, se disfruta aquí de verdadera libertad, el país prospera (...) las gentes son agradables, el trato es fácil; se ven pocos sacerdotes..."

¿Nos habremos vuelto en estos últimos años inferiores a la reputación que teníamos en América Latina? ¿Seguimos siendo menos país que paisaje? ¿Somos más cultos o menos cultos que en el Chile del XIX, que fue el que conoció Bello? En cada venezolano que saludo veo a un bisnieto o bisnieta de Bello y me dan ganas de abrazarlos a todos. Cuando los abracemos, no olvidemos que nos estamos abrazando a nosotros mismos, pues una parte muy importante de nuestra identidad más profunda se la debemos a ese venezolano que traducía a Virgilio y Víctor Hugo y nos enseñó que "todas las verdades se tocan".

La verdad y el destino de Chile y Venezuela se tocan en alguna parte, nuestro exilio de ayer es el exilio de ellos hoy y la dictadura que los agobia es -aunque de distinto signo- como la dictadura que sufrimos ayer. Salgamos a la calle entonces a clamar por su libertad, como ellos clamaron con pasión por la nuestra.

domingo, 23 de abril de 2017

Dictadura de Maduro y ocaso de la izquierda - Roberto Ampuero

Dictadura de Maduro y ocaso de la izquierda
 
   
Curiosamente, nada expresa en forma tan profunda las irreconciliables diferencias que dividen hoy a la Nueva Mayoría como sus visiones respecto de la dictadura de Nicolás Maduro, que reprime brutalmente las masivas manifestaciones opositoras. El régimen no se detiene ni ante los muertos ni heridos, y el presidente del Partido Socialista Unido de Venezuela, Diosdado Cabello, llegó al extremo de revelar en cadena nacional las direcciones de los líderes opositores: "Aquí están, una serie de ciudadanos, marcaditos, dónde viven, dónde se mueven".

Ante estos métodos, la NM no expresa una repulsa conjunta. Están, por un lado, el Partido Comunista y sus aliados, que justifican al régimen chavista, que cumplió con éxito una misión imposible: destruir la economía del país con las mayores reservas petroleras del mundo. Está, por otra parte, una izquierda que elude el tema o se distancia en forma tibia de los "excesos", y, por último, están los políticos (entre los que destacan los parlamentarios Jorge Tarud, PPD, y Matías, Patricio e Ignacio Walker, así como la ex ministra Mariana Aylwin, DC), que condenan sin ambages toda dictadura y solidarizan con la oposición venezolana.

Estas contradicciones parecieran una cuita más del oficialismo, pero en verdad implican consecuencias inquietantes para Chile. La primera: las diferencias no se circunscriben en la NM a la defensa universal de los derechos humanos, sino que contagiaron otras áreas cruciales, como la visión de la libertad, la democracia representativa, el manejo de la economía, la búsqueda de consensos o de la polarización política, o los asuntos exteriores, y tienen un efecto pernicioso sobre la cultura democrática. Cuando políticos justifican hoy dictaduras en ejercicio, debilitan la cultura y sensibilidad democrática nacional, en especial de los jóvenes.

La segunda consecuencia resulta más comprometedora para el país: En el caso hipotético de triunfar la NM en las próximas elecciones, ¿hacia dónde nos conduciría con tantas contradicciones en su interior? ¿Cómo afectaría la estabilidad del país en un clima en que la ciudadanía desconfía de la clase política? ¿Cómo se articularían esas visiones de izquierda entre sí y con las que laten en la DC? ¿Y qué concesiones estaría dispuesta a ofrecer la NM, con vistas a una segunda vuelta, al Frente Amplio? ¿Y quién tendría el liderazgo necesario para dirigir a un conglomerado semejante?

Se dice que la política exterior no define las elecciones presidenciales en casi ningún país. Y es cierto. Pero como hoy los políticos no pueden ignorar el álgido panorama latinoamericano, tampoco pueden disimular ante él sus convicciones profundas. Quien respalda hoy a Maduro, a Raúl Castro o a Daniel Ortega, o piensa que la reciente elección en Ecuador pasa el test de blancura, no está expresando solo simpatías por gobernantes regionales (o asiáticos, en el caso de quienes admiran a Kim Jong-un), sino también su convicción de que esos regímenes representan un modelo nada descartable para Chile y una forma justa de tratar a los opositores.

Conducir entre 2018 y 2022 a una NM escindida, que necesitaría al menos ser tolerada por el Frente Amplio, exigiría del presidenciable de izquierda, Alejandro Guillier, un rumbo que aún no exhibe. Quedó demostrado en su reciente entrevista a "El País". Ahí calificó a la vieja guardia de la Concertación de "personajes que han copado la política chilena por 40 o 50 años", y a Ricardo Lagos, de pertenecer a una época ida, y atribuyó su caída en popularidad al "fuego amigo" y al "castigo" ciudadano por la débil gestión de Michelle Bachelet. Como si no bastase, cargó contra los gobiernos izquierdistas de la región: "no tuvieron un proyecto de desarrollo sustentable... sino que aprovecharon los buenos precios del superciclo de las commo dities y hubo más gasto público, pero sin transformar las estructuras sociales. Por lo tanto, quedaron endeudados, con altos compromisos, sin tener cómo financiarlos. Eso sí que tiene atisbos de populismo".

Al examinar sus declaraciones sobre la DC (a la que acusó de presionar con ir a primera vuelta para mejor negociar sus intereses); sus ataques a los remanentes de la Concertación; su crítica al impacto de la gestión de Bachelet sobre su campaña, y su veredicto sobre los gobiernos de izquierda en la región, uno se pregunta a quién apela Guillier y con qué fuerzas pretende llegar a La Moneda y gobernar. También se dispara a los pies cuando dice estar tan lejos del gobierno de Donald Trump como del de Maduro, en una asociación que, para un aspirante a la Presidencia, revela miopía para diferenciar las circunstancias que atraviesan ambos países.

La NM debe hablar con una sola voz cuando se trata de defender la libertad y la democracia representativa, y cuando hay que condenar dictaduras o regímenes autoritarios. La Presidenta no puede seguir eludiendo a valientes líderes opositoras de Cuba y Venezuela cuando vienen a Chile a solicitar apoyo para defender los derechos humanos y construir sociedades democráticas. Erróneamente, la izquierda cree que haberse opuesto hace 28 años a una dictadura, le otorga carta blanca para justificar hoy a dictaduras de izquierda. Si parte de la izquierda criolla se hunde abrazada a regímenes represivos, le llevará decenios construir una identidad democrática.

miércoles, 19 de abril de 2017

jueves, 13 de abril de 2017

Carta a Ricardo Lagos - Christian Warnken

Carta a Ricardo Lagos

   
Soy un ciudadano que, como la mayoría de los ciudadanos, más que protagonizar la historia política de Chile, la ha padecido. Si cierro los ojos, veo -como en un sueño- unas banderas ondeando entre la multitud, cuando era muy niño, el año 73: después el sonido de los aviones y helicópteros apagando ese fervor y trayendo el miedo. Y luego largos, interminables años grises marcados por el sonsonete monocorde y ramplón del dictador.

De pronto aparece usted, una noche, en televisión apuntándolo con un dedo, despertándonos a todos de un largo letargo y de la resignación. Otra vez el fervor, la épica, la calle, las banderas... y luego, la desilusión, la desconfianza, el desencanto. El país donde estamos ahora.

Cuando se derrumban la épica y la ética en política, uno se siente náufrago y también huérfano. Huérfano de utopías que se desmoronaron en cámara rápida o que se transformaron solo en retórica, en "palabras vacías". No es fácil perder la fe, pero lo más insoportable ha sido ir perdiendo la esperanza. Nos decíamos "de izquierda". Pero ¿qué queda en pie de esa izquierda que nos daba identidad y pertenencia? Muy poco o nada. El capital moral de la izquierda, en Latinoamérica, fue dilapidado por sus líderes que, una vez que llegaron al poder, no dudaron en enriquecerse con dineros mal habidos. Y si no se aferraron al dinero, algunos de ellos se aferraron al poder, eternizándose en sus cargos o heredándoselos a sus hermanos o esposas. Usted no buscó ni lo uno ni lo otro.

Al escuchar su discurso de despedida, en el que anunciaba su retiro de la carrera presidencial, me di cuenta de que ya no era el Lagos impetuoso que había abierto con un gesto el fin de la dictadura, sino un Lagos más sereno, más sobrio que cerraba la transición con una renuncia. Qué impecabilidad y qué sobriedad: solo 6 minutos para decir lo necesario. ¡Qué soledad la suya! Sentí que en algún punto su soledad se tocaba con la de nosotros, los ciudadanos huérfanos. No pude dejar de recordar la soledad de Allende en un palacio en llamas. Pero ahora no era un incendio, sino un derrumbe: el de la política. Y confieso que me emocionó verlo a usted de pie, sobre esas ruinas, dando una clase magistral de grandeza a toda esa legión de políticos menores, sus "compañeros", que lo humillaron innecesariamente en una votación cobarde y secreta.

Cuando usted señaló con el dedo al dictador, muchos de ellos corrieron detrás de usted aclamándolo y pidiéndole que fuera presidente y usted dijo "no es mi tiempo". Esos mismos ahora lo acusaron de "soberbia" porque ya no les servía y no marcaba en esas encuestas que ellos transformaron en sus nuevos credos, pues se quedaron sin ideales ni ideas. Ellos no soportan la grandeza. El partido de ellos es el partido del Resentimiento, partido al que usted nunca perteneció. Una izquierda solo movida por el resentimiento y aferrada al poder no es una izquierda por la que valga la pena dar la vida.

Sí, es verdad, usted no es un caudillo. Los caudillos han devastado Latinoamérica. Usted es un estadista, una rareza en los tiempos de la política-espectáculo o de la política-negocio. Me faltaba verlo en la derrota, que es donde se reconocen los grandes líderes. El círculo de esta larga historia se me cierra. Gracias a la lección que nos ha dado, ya no creo que haya que dar por muerta la esperanza. Pero mi esperanza no la deposito ahora en los grandes discursos, sino en los gestos como el suyo, al haber entrado y salido con dignidad de esta contienda, sin calculadora en el bolsillo.

Hoy abundan los discursos, y faltan coraje y dignidad. Y eso fue lo que usted nos regaló ese lunes de otoño. Sí, tal vez viene un largo invierno, pero la primavera comienza cuando un líder suelta y dice -como usted dijo-: "amigos, la vida continúa". Ya no fue necesario apuntar el dedo: solo bastó su mirada, por la que me sentí interpelado. No sé a qué, pero a algo nuevo, que todavía no comienza. Cuando se abran de verdad las grandes alamedas.

Hoy abundan los discursos, y faltan coraje y dignidad. Y eso fue lo que usted nos regaló ese lunes de otoño.

miércoles, 12 de abril de 2017

Sabios y Honorables - Ernesto Ottone - El Mercurio -

Sabios y honorables
"...Lagos entendía plenamente el peligro de este tiempo para Chile, la desconfianza generalizada en la política, una experiencia de gobierno de escaso respaldo, una coalición política en la cual los particularismos predominan por sobre un proyecto compartido, una derecha con bríos restauradores y un neopopulismo en vías de su propia constitución...".

   
Humana, demasiado humana es la naturaleza humana, también curiosa, extremadamente curiosa.

Ha bastado que Ricardo Lagos renunciara a su aspiración de ser elegido Presidente de la República para que a buena parte de quienes ayer criticaban su obra de gobierno hasta la caricatura, reduciéndola a sus errores y límites, y pasaran bajo religioso silencio sus muchos aciertos, les volviera a la memoria su capacidad de gobierno, su construcción republicana, su eficiencia para enfrentar la adversidad económica, y compungidos le abrieran la puerta de la historia y reclamaran su lugar en el panteón de los elegidos.

Pero no solo eso, ellos presentan certificados de cercanía y reclaman sus ideas, sus propuestas y su sabiduría para el futuro de la patria, siempre que ello se dé lejos del poder...

La gran literatura ha mostrado desde siempre estas conductas. Vienen a la memoria las palabras que Shakespeare pone en boca de Marco Antonio en su oración fúnebre frente al cadáver de Julio César ensangrentado: "Amigos, queridos amigos, que no sea yo quien os empuje al motín. Los que han cometido esta acción son hombres dignos. Desconozco qué secretos y agravios tenían para hacer lo que hicieron. Ellos son sabios y honorables y no dudo que os darán razones. No he venido, amigos, a excitar vuestras pasiones".

Pero, claro, comparar tales conductas sería absurdo, un delirio que no corresponde a las prácticas de la competencia democrática. Sean cuales sean las motivaciones de los actuales dirigentes políticos, tenían todo el derecho a tomar sus decisiones.

Lagos, por su parte, ha reaccionado conforme a su recorrido de vida, desde la convicción ciudadana y la serenidad republicana.

Señaló una vez más lo que ya sabíamos, que no era un caudillo ni se sentía portador de una iluminación mesiánica, que las propuestas que había presentado al país, por más que fueran de avanzada e innovadoras, solo le daban sentido a su candidatura si concitaban en torno a ellas el apoyo de su espacio político y a partir de ello se abrían paso en la voluntad ciudadana.

Ello no sucedió, y por lo tanto para alguien que cree en la democracia y que entiende la política como un servicio y un proyecto colectivo, no cabía más que renunciar.

Constituye una simplonería señalar que no "era su tiempo" o que la "sociedad ha cambiado" para explicar su insuceso.

Lagos sabía que al ponerse a disposición de los chilenos corría un fuerte riesgo que requería mucho coraje, y lo hizo porque entendía plenamente el peligro de este tiempo para Chile, la desconfianza generalizada en la política, una experiencia de gobierno de escaso respaldo, una coalición política en la cual los particularismos predominan por sobre un proyecto compartido, una derecha con bríos restauradores y un neopopulismo en vías de su propia constitución.

Que la sociedad ha cambiado lo sabía quizás más que nadie. Sus propuestas se centran en los nuevos fenómenos sociales y lo que hizo fue proponer un camino de progreso para el futuro, ajeno tanto a los puros automatismos del mercado como a los fundacionalismos polarizadores.

Son muchas y complejas las razones que, más allá de la crónica y sus avatares, explican lo sucedido, y eso habrá que descifrarlo a su debido tiempo.

Lo importante hoy es preservar ese espacio de pensamiento y acción que conjuga la libertad y la igualdad que Lagos representa y que hace de la reforma un camino gradual y bien delineado.

A ello sin dudas Lagos podrá aportar con su reflexión y su vocación de hombre de Estado, agregando en torno a ese método reformista nuevas voluntades de acción capaces de contribuir a evitar una centroizquierda a la deriva y un Chile pobremente dirigido que pueda retrotraernos a la fragmentación social y a la polarización que precede al estancamiento.

lunes, 10 de abril de 2017

De Cartas al Director - Productividad :Enfoque e Inversión

Productividad: Enfoque e inversión

   
Señor Director:

La pregunta sobre la productividad no es solo una pregunta del "cuánto y cómo producimos", sino más bien del "qué producimos".

Mientras sigamos exportando principalmente materias primas y productos de bajo valor agregado, podemos tener industria 4.0, robots trabajando 24/7 y jornadas laborales de 35, 40 o 45 horas semanales, pero nunca vamos a tener los índices de productividad -medida en US$ producidos/hora- de países desarrollados.

El gran salto en la productividad por hora se da como consecuencia natural a la inversión en ciencia, tecnología, innovación de impacto, educación, cultura y sociedad.

Thomas Schaub

Ingeniero civil mecánico

domingo, 9 de abril de 2017

Para ella la vida es bella - Joe Black - El Mercurio - 9-abril-2017

De la misma creadora de "Universidad gratis para todos", ahora presentamos su nuevo éxito... "Trabajemos menos, ¡por el mismo sueldo!".

La propuesta es simple. En vez de trabajar 45 horas semanales, la idea es trabajar 40 horas semanales. La iniciativa es tan buena, que significa un aumento automático de sueldo para todos los trabajadores, porque la "hora hombre" (¿hay que decir "hora mujer" también?) pasará a ser más cara.

¿Quién podría negarse? (Salvo todos aquellos que contratan mano de obra, a los que les significará un aumento de costos del 10%; pero a la misma creadora de "Universidad gratis para todos" eso la tiene sin cuidado).

Es que así de buena es la filosofía de vida que nos ofrece Camila. Una vida sin problemas, sin necesidades, una existencia ideal para vivir; lo mejor.

En su vida soñada no hay urgencias, nadie tiene que gastar en nada, no hay jefes, los niños no tienen que hacer tareas en la casa, las deudas prescriben en 24 horas, cualquiera puede interrumpir un embarazo por cualquier motivo, no es necesario levantarse temprano, nadie tiene ideas de derecha, no hay curas, los empresarios pagan por todos nuestros gastos y, por lo tanto, los ricos han sido erradicados o extintos. Obviamente, no hay religiones, ni fábricas. El Estado lo domina todo, y si bien él planifica nuestras vidas, al menos tenemos que hacer muy poco y no estamos obligados a pagar por nada. Un mullido ocio infinito y gratuito domina la existencia. Las siestas son largas y lagrimeadas.

Es una vida bella. Como ella.

El único detalle aguafiestas es que esa vida no existe. Esto es igual que la película "La vida es bella". Todo lo que el protagonista contaba y prometía era falso; una simulación.

Aquí es lo mismo.

No nos lancemos arena a los ojos. Nada es gratis en la vida, y sin trabajo no hay progreso. El resto es falso, una simulación. Ya lo dijo el filósofo Beto Cuevas: "Sin dolor no te haces feliz".

¿Por qué, entonces, proponer algo que tanto ella como nosotros sabemos que es irreal? Puede ser ingenuidad. O confusión. O astucia. O frescura. No me atrevo a especular sobre eso.

Lo que sí tengo claro es que la polémica que ella creó con su proyecto "Trabajemos menos, ¡por el mismo sueldo!", y que una cuarentena de diputados estuvo dispuesta a respaldar -por si se les pegaba el Espíritu Santo-, estará durante semanas en los medios de comunicación. Eso le permitirá a Camila ahorrar mucho dinero en su campaña a la reelección como diputada. Cada minuto de televisión y radio, cada centímetro en la prensa escrita, toda exposición en la web y las redes sociales valen plata. Más aún con un mensaje tan popular.

Es talentosa la diputada. Si el eslogan "Universidad gratis para todos" fue útil para conseguirse un buen cargo en el Poder Legislativo, el "Trabajemos menos, ¡por el mismo sueldo!" podría ser suficiente para no perder esa pega.

Es que para ella, la vida es bella.