domingo, 22 de octubre de 2017

La Moneda de Navarro

La moneda de Navarro

   
En el debate de la Archi de este viernes, el senador Alejandro Navarro arrojó un puñado de monedas a Sebastián Piñera.

No hay que pasar por alto la significación de ese gesto.

Ni convertirlo en una anécdota.

El abandono de las formas -aquello en lo que el senador Navarro acaba de incurrir mientras lanzó esas monedas- permite ganar portadas, causa cierta notoriedad, provee titulares, evita el fugaz olvido, gana aplausos entre los incondicionales, brinda palmadas en la espalda, satisface los impulsos irreflexivos, sacia la transitoria rabia.

Pero no le hace bien a la democracia.

Y es que la democracia necesita esa forma mínima de la virtud que se llama cortesía; esa forma disfrazada de la verdad que se llama hipocresía.

La civilidad, la forma en que los ciudadanos se comunican y se relacionan entre sí, es de las cosas más importantes para la democracia. La democracia es casi pura forma, y exige de quienes participan en ella el cultivo de una insinceridad consistente en no decir todo lo que se piensa, ni hacer todo lo que se desea, ni perseguir todo lo que se anhela.

Y esa no es una característica solo de la vida democrática.

A poco de pensar se repara fácilmente en que la vida social no sería posible si cada uno dijera o expresara, con gestos o con palabras, todo lo que piensa de sus prójimos. Como ninguna vida es totalmente coincidente con la vida que cualquier otro lleva o emprende, cada uno está lleno de quejas o resquemores respecto de su prójimo. Pero si, por homenaje a la consecuencia con las propias convicciones, cada uno declarara la opinión que tiene acerca de él -la molestia que causa su sentido del gusto, los gestos que acostumbra, la forma en que se divierte-, la vida social no sería posible.

No hay duda.

La vida social descansa sobre la represión de lo que cada uno, en la soledad insobornable de su conciencia, piensa acerca de su prójimo.

Y eso que es fundamental en la sociabilidad humana, es todavía más importante cuando se trata de la democracia.

Se llama cortesía.

En la tradición filosófica -v.gr. Aristóteles, Cicerón-, la cortesía es una virtud menor; pero, como enseña la literatura, su importancia deriva del hecho de que las virtudes superiores, como el respeto al otro, el aprecio de la dignidad, o la solidaridad, se aprenden ejercitando esas virtudes menores y aparentemente prescindibles, como la cortesía. Se enseña a los niños a saludar estrechando la mano, no porque se asigne a ese gesto mínimo una importancia moral, sino porque se sabe que ese es el primer escalón de una serie de aprendizajes que conducirá al cultivo de otras virtudes mayores.

Y eso es lo grave del gesto que ejecutó el senador Navarro.

El gesto que él ejecutó -arrojar monedas a Piñera, cuya trayectoria permite abundantes críticas sin necesidad de incurrir en esa demasía- es un indicio de una cierta delicuescencia de las formas que está padeciendo la política chilena, que, como diría Aristóteles, si pudiera presenciarla, augura una cierta debilidad de las virtudes mayores que sobre ellas se erigen. ¿Cómo se podría, en efecto, respetar la dignidad ajena, detenerse ante el secreto de su conciencia, sentirla como parte de la misma comunidad, si ni siquiera se es capaz de la mínima virtud de la cortesía?

Lo anterior no significa que haya que guardar la opinión acerca del prójimo o del rival.

No, por supuesto.

La democracia padecería todavía más si acaso los candidatos callaran lo que piensan de sus rivales; pero una de las virtudes de la libre expresión es que puede decirse, todo, o casi todo, sin incurrir en la descortesía de las formas en que acaba de incurrir el senador Navarro.

Ni Beatriz Sánchez con ese estilo naif y a la vez agresivo, ni ME-O con esa familiaridad impostada que usa para referirse a sus rivales, ni Kast que una y otra vez los irrita y puncetea han ahorrado críticas respecto de Piñera o de sus otros rivales, incluida la imputación judicial; pero ninguno de ellos ha incurrido en el exceso de Navarro que, contraviniendo la sensata advertencia de Aristóteles, abandonó con un solo gesto la virtud hipócrita de la cortesía y demostró, en unos segundos, que, inflamado por sus convicciones o poseído por sus humores, no está dispuesto a cultivar ninguna de las virtudes mayores que sobre ella se erigen.

En un solo gesto, Navarro mostró lo que daña la vida cívica y lo que le falta para conducirla.

domingo, 15 de octubre de 2017

Amigos (R)

Amigos (R)

   
Confieso al Prócer que estoy triste por la súbita partida de un querido amigo muy cercano. Le cuento que era un hombre bueno, culto, sencillo y alegre, y que más de algunas de estas columnas fueron inspiradas en los comentarios que hacía en los almuerzos mensuales que mantuvimos por décadas. "Yo que soy algunos años mayor, te recomiendo que te vayas acostumbrando al despoblamiento de tu entorno. Cada vez encontrarás más viajeros conocidos en la barca de Caronte", comenta el Prócer. "Como lección, hay que aprovechar de disfrutar a los amigos que nos ha regalado la vida, teniendo conciencia de que la amistad es un bien escaso, sutil y efímero como la existencia misma". Y a continuación pregunta: "¿Tienes amigos en retiro?". Como no le entiendo, me explica : "Utilizo una expresión que es propia de las Fuerzas Armadas para referirme a quienes han sido amigos cercanos en alguna etapa de la vida, pero que después, por diversas causas, hemos perdido de vista. Pero cuando nos encontramos con ellos, la cercanía continúa igual, pero congelada en el tiempo. A esos Amigos (R) hay que dedicarles nuestra atención revitalizando el nexo que aún existe. Y como dice Khalil Gibran: 'Y en la dulzura de la amistad, que haya risa y compartir de placeres. Pues en el rocío de las pequeñas cosas, el corazón encuentra su amanecer y halla su frescor'". Y entonces me recuerdo de la risa alegre de mi querido amigo, al calor de unas copas de tempranillo.

lunes, 9 de octubre de 2017

La Narcocultura, la experiencia del Capellán del Hogar de Cristo


La "narcocultura" en la experiencia directa del capellán del Hogar de Cristo - Pablo Walker

Pablo Walker: "No es tan difícil llegar a decir 'prefiero ser narco a no ser nadie'"
El sacerdote jesuita devela cómo el narcotráfico termina por corromper hasta lo más sagrado, que son los afectos y las confianzas familiares. Se impone el reinado del terror, que estigmatiza y aísla a las comunidades.
   
Los datos son muy claros y pocos los conocen. Lo dice el último informe de la Unidad Especializada en Tráfico Ilícito de la Fiscalía (Observatorio del Narcotráfico en Chile, de 2016): hay una progresiva masificación de la venta de drogas, hasta el punto de llegar a una "vulneración de la vigencia del Estado de Derecho" en los territorios afectados y "la vulneración de sus normas más básicas como el derecho a la vida y la integridad física". Hay nada menos que 426 barrios críticos en el país en los que reina lo que se llama una "narcocultura".

¿Qué es un barrio crítico?

Es un espacio urbano "donde el narcotráfico ha establecido una plataforma de venta ilícita de drogas, especialmente a través del uso del espacio público, con un predominio sobre otras expresiones delictuales y sobre la vida de los vecinos, con un grave deterioro para la vida de estos, constituyendo un fuerte desafío a la vigencia del Estado de Derecho".

La "narcocultura" se extiende en una red de delitos que desborda los barrios críticos donde viven los pobres. "Está relacionada con el tráfico de armas, con el secuestro, con la extorsión, con el robo, con la explotación sexual", afirma el sacerdote jesuita Pablo Walker, capellán del Hogar de Cristo, quien ha vivido en contacto con hombres, mujeres y niños afectados. Su experiencia es directa.

-¿Es verdad que se acabó hace años el toque de queda en Chile o todavía existe?

"Pregúntenles a los que viven en esos barrios, porque yo me voy a quedar corto... Los niños 'jugando' a tirarse al piso en la sala y los profesores cambiando el horario en los colegios, el rumor en la feria de que mañana queda la escoba, la suspensión de la reunión en la capilla por las balaceras, el cierre temprano del almacén, el miedo de los choferes de micros o colectivos a entrar tarde, los carabineros y ambulancias que tampoco entran...".

-El común de los chilenos piensa que los focos son dos o tres y que la situación no es tan extendida.

"Por eso urge 'deslegualizar' este síntoma-país. Existe en 16 comunas de la Región Metropolitana y en otras nueve capitales regionales, en barrios donde vemos un Estado intermitente, un repliegue de las organizaciones de base, una ausencia de inversión privada y el deterioro de esa vida en comunidad que era el orgullo de una población. En ese despojo, ante el despiste del resto del país, se instalan las mafias decidiendo quién entra y quién sale a tal calle, asegurando, a su manera, 'trabajo', 'previsión', 'vivienda', 'salud', 'educación'...".

-Vale decir, una forma de vida vinculada al tráfico de drogas.

"Claro. Con sus héroes, con sus sueños, con sus códigos. Piensa qué te pasaría si tu abuelo y tu madre hubieran trabajado en lo ajeno hasta agotarse y hubieran muerto pobres, piensa en la oportunidad de tener hoy por la tarde lo mismo que te muestra y te prohíbe la televisión, piensa en por fin darle lo que quieres a tu hijo. No es tan difícil decir 'Prefiero ser narco a no ser nadie'. Si solo tienes que 'tener este paquete' o simplemente 'no ver'. Así avanza el crimen organizado, aprovechando el 'mercado' de la injusticia para extenderse. Y el país hace como que no ve. Estamos hablando de 426 barrios críticos, según el Informe 2016 de la Fiscalía".

-¿De qué es síntoma todo esto?

"De una sociedad que ha tirado por la borda el valor de la comunidad como forma de definir la identidad y como estrategia para resolver dificultades. Es síntoma de un Estado precario donde los derechos más fundamentales no están asegurados, de un sector privado sin foco en las condiciones de vida de sus trabajadores y de una sociedad donde la validación se verifica en el consumo inmediato a cualquier precio. Ahí se crea el espacio para que el 'Padrino' asuma las funciones de gran benefactor en medio de la frustración ante la hiriente desigualdad. El narco da respuesta a necesidades vitales -colchones antiescaras, sillas de ruedas para los ancianos, bolsas de mercadería para los que están cesantes, préstamos de dinero, organización de fiestas para los niños, útiles escolares, etc.- de familias que viven la exclusión. Les da lo que ni el Estado, ni la empresa, ni la Iglesia, ni las organizaciones de base, les están dando. Así se hace querido, e incluso logra ser defendido por la comunidad".

La balacera desde adentro y desde afuera

-¿Qué significado tiene, a su juicio, una balacera al interior de una población? ¿Es solo la expresión de una disputa de territorio?

"Significa que hay armas donde no debiera haber, cada vez más armas de alto poder. Que está normalizada la tenencia de armas aunque legalmente esté penada. Eso implica varias cosas. Al interior de la población, la balacera implica pánico de que te maten ahí mismo, de que maten a tu hijo. Es el terror desatado por vecinos a los que tú quieres, que sin embargo ahora desconoces. Es el fin del pasaje con los niños jugando y su reemplazo por una pesadilla de serie rasca de televisión".

-¿Y qué debe entender de una balacera el que la vive desde afuera o como una noticia?

"Hacia fuera de la población, la balacera es una punta de iceberg. No es solo una disputa territorial, es síntoma de que más allá de esa población se está gestando un negocio enorme, que mueve aún más dinero, haciendo de ese barrio una zona de sacrificio. Las balaceras muestran que hay muchísima plata en juego en esas disputas territoriales. Corrupción de guante blanco, de personas que no viven ahí, con manos 'preñadas de sangre', como dice el Papa Francisco. Corrupción que, como en toda América Latina, comienza con las balaceras en los barrios pobres, sigue con la tranquilidad del territorio ya repartido, avanza con la corrupción de los funcionarios públicos, y concluye con el narcoestado. Donde ya no se sabe qué somos".

"La 'narcocultura' avanza cuando desaparece la comunidad"

-Hoy en día, la pobreza se sigue entendiendo como una falta material. Pero entender la pobreza más compleja también implica conocer lo que es y lo que significa la exclusión, la segregación. ¿Qué propone para avanzar hacia una mayor comprensión de la pobreza?

"La cabeza piensa según donde pisan los pies. No basta el estudio teórico, sino el aprender humilde de los verdaderos 'expertos', los que han sufrido esta exclusión multidimensional. 'Usted está pasado a libro', le decían a un jesuita en la población. Urge la actitud de aprendizaje del que ha sufrido que se te cierren las puertas".

-¿Qué favorece el triunfo de la 'narcocultura'?

"La 'narcocultura' avanza cuando desaparecen la comunidad, los clubes, las juntas de vecinos, las capillas católicas e iglesias evangélicas, los servicios municipales. Si aparece una alternativa de inclusión comunitaria, ciudadana, empresarial, eclesial, se socava el poder narco".

-Después de su experiencia de tanto tiempo en sectores complejos para vivir, ¿dónde siente que el daño es mayor?

"Donde la 'narcocultura' desdibuja y rompe los vínculos familiares y donde socavan las confianzas sociales. Es estremecedor escuchar el grito de una mamá ante una hija 'que anda metida' en la droga. Como adivinando un infierno por recorrer. Te deja helado ver cómo trafican, en tus narices, tus hijos o tus vecinos. Y te sientes cómplice y encubridor. Jamás irías a denunciar a tu hijo. Se te va de a poco tu marido, tu hermano te engaña o lo ves consumiendo y robando, o llegando con cosas que sabes que no puede comprar. Y te encuentras con los vecinos vendiendo veneno a tus hijos, y no sabes qué hacer entre el miedo y la rabia. Y sabes dónde, y cómo, y quién vende. Y sabes que jamás denunciarías a nadie, no solo por miedo a que te maten, sino porque es tu gente".

-Desde hace años, algunos han planteado la necesidad de despenalizar el consumo de drogas, ¿qué le parece?

"Una despenalización del consumo, si no se hace con un genuina transformación del compromiso fiscal y privado en temas de salud mental, de inclusión laboral y escolar, es solo un cambio de proveedor. Tenemos que enfrentar la cultura de las adicciones que aletargan nuestra lucidez respecto de las causas de la exclusión y de la ruptura de vínculos. La despenalización no puede ser otra forma de desentendimiento, sino de reconocimiento del problema de fondo".

-¿La sociedad chilena está preparada para el cambio de mentalidad que implica la toma de conciencia del problema?

"Debemos trabajar en sensibilizarnos para avanzar en la materia, primero hablando del tema, pues estamos amordazados por el miedo y caemos en la trampa de una mirada fatalista que nos hace creer que la batalla está perdida".

-Pero, ¿se puede preparar a una sociedad a este respecto o tiene que vivir el infierno para entender estas cosas?

"El tráfico de drogas está hace mucho en nuestro país, pero hoy es a los más pobres a quienes les matan a sus hijos, es a ellos a quienes se les cobra peaje para pasar de una calle a otra, son ellos los que ven desaparecer un hijo para encontrarlo muerto tiempo después... Todavía no todos viven en ese infierno".

-La Iglesia Católica, como también las iglesias evangélicas, asumen riesgos fuertes al trabajar en estas zonas. ¿Ha sentido miedo personal alguna vez? ¿Cómo se asume el miedo a la violencia física?

"Miedo es lo que quieren que sintamos, de este modo nos aislaremos y quedarán como dueños del territorio. Por eso es tan necesario abrir el tema, socializarlo. El miedo afecta a todos, religiosos y laicos. Recientemente, tras la amenaza de muerte que recibió un sacerdote que jamás ha denunciado a nadie -que ha bautizado, hecho el responso y visitado en la cárcel a casi todos los miembros de las familias comprometidas en el tráfico de drogas de su población-, este se encomendó al cuidado de la comunidad. Así como la 'narcocultura' destruye la comunidad, es también la comunidad la única que puede cuidar la vida de sus vecinos. 'No se preocupe, padre. Aquí todos los párrocos han tenido que arriesgar su vida para cuidarnos. Nosotros somos su comunidad y lo vamos a cuidar a usted'. Es el otro país que queremos".