miércoles, 12 de abril de 2017

Sabios y Honorables - Ernesto Ottone - El Mercurio -

Sabios y honorables
"...Lagos entendía plenamente el peligro de este tiempo para Chile, la desconfianza generalizada en la política, una experiencia de gobierno de escaso respaldo, una coalición política en la cual los particularismos predominan por sobre un proyecto compartido, una derecha con bríos restauradores y un neopopulismo en vías de su propia constitución...".

   
Humana, demasiado humana es la naturaleza humana, también curiosa, extremadamente curiosa.

Ha bastado que Ricardo Lagos renunciara a su aspiración de ser elegido Presidente de la República para que a buena parte de quienes ayer criticaban su obra de gobierno hasta la caricatura, reduciéndola a sus errores y límites, y pasaran bajo religioso silencio sus muchos aciertos, les volviera a la memoria su capacidad de gobierno, su construcción republicana, su eficiencia para enfrentar la adversidad económica, y compungidos le abrieran la puerta de la historia y reclamaran su lugar en el panteón de los elegidos.

Pero no solo eso, ellos presentan certificados de cercanía y reclaman sus ideas, sus propuestas y su sabiduría para el futuro de la patria, siempre que ello se dé lejos del poder...

La gran literatura ha mostrado desde siempre estas conductas. Vienen a la memoria las palabras que Shakespeare pone en boca de Marco Antonio en su oración fúnebre frente al cadáver de Julio César ensangrentado: "Amigos, queridos amigos, que no sea yo quien os empuje al motín. Los que han cometido esta acción son hombres dignos. Desconozco qué secretos y agravios tenían para hacer lo que hicieron. Ellos son sabios y honorables y no dudo que os darán razones. No he venido, amigos, a excitar vuestras pasiones".

Pero, claro, comparar tales conductas sería absurdo, un delirio que no corresponde a las prácticas de la competencia democrática. Sean cuales sean las motivaciones de los actuales dirigentes políticos, tenían todo el derecho a tomar sus decisiones.

Lagos, por su parte, ha reaccionado conforme a su recorrido de vida, desde la convicción ciudadana y la serenidad republicana.

Señaló una vez más lo que ya sabíamos, que no era un caudillo ni se sentía portador de una iluminación mesiánica, que las propuestas que había presentado al país, por más que fueran de avanzada e innovadoras, solo le daban sentido a su candidatura si concitaban en torno a ellas el apoyo de su espacio político y a partir de ello se abrían paso en la voluntad ciudadana.

Ello no sucedió, y por lo tanto para alguien que cree en la democracia y que entiende la política como un servicio y un proyecto colectivo, no cabía más que renunciar.

Constituye una simplonería señalar que no "era su tiempo" o que la "sociedad ha cambiado" para explicar su insuceso.

Lagos sabía que al ponerse a disposición de los chilenos corría un fuerte riesgo que requería mucho coraje, y lo hizo porque entendía plenamente el peligro de este tiempo para Chile, la desconfianza generalizada en la política, una experiencia de gobierno de escaso respaldo, una coalición política en la cual los particularismos predominan por sobre un proyecto compartido, una derecha con bríos restauradores y un neopopulismo en vías de su propia constitución.

Que la sociedad ha cambiado lo sabía quizás más que nadie. Sus propuestas se centran en los nuevos fenómenos sociales y lo que hizo fue proponer un camino de progreso para el futuro, ajeno tanto a los puros automatismos del mercado como a los fundacionalismos polarizadores.

Son muchas y complejas las razones que, más allá de la crónica y sus avatares, explican lo sucedido, y eso habrá que descifrarlo a su debido tiempo.

Lo importante hoy es preservar ese espacio de pensamiento y acción que conjuga la libertad y la igualdad que Lagos representa y que hace de la reforma un camino gradual y bien delineado.

A ello sin dudas Lagos podrá aportar con su reflexión y su vocación de hombre de Estado, agregando en torno a ese método reformista nuevas voluntades de acción capaces de contribuir a evitar una centroizquierda a la deriva y un Chile pobremente dirigido que pueda retrotraernos a la fragmentación social y a la polarización que precede al estancamiento.

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