viernes, 30 de junio de 2017

Muletillas Periodisticas - Oscar Squella

Muletillas periodísticas

   
Muletilla es un término o frase que se repite muy a menudo. Así, hoy, "Cuídese", a modo de despedida, aunque yo no puedo evitar pensar que la persona que lo dice me ha notado mal semblante. Y muletilla periodística es aquella que repiten los periodistas y quienes animan programas de radio o televisión. Por ejemplo, "Vamos a cambiar de tema" o, peor, "Vamos a cambiar bruscamente de tema", y, como si nos encontráramos en una sala de clases, "Ponga atención", o "Vamos a la pausa", expresión esta última con la que lo que se quiere decir es "Vamos a la publicidad", y esto cuando no son los mismos periodistas o conductores los que la hacen directamente. En el caso de la prensa escrita, lo que ocurre hoy no es que la publicidad interrumpa las noticias, sino que las elimina. Toda la página derecha o impar con publicidad y la mitad inferior, si no más, de la izquierda o par, dejando un pequeño rectángulo para una brevísima información, son prácticas de los medios escritos que obligan a preguntarse si la publicidad está allí para hacer posible las noticias o si estas para dar cabida a la publicidad. Añada usted las frecuentes páginas y suplementos institucionales que vienen con colores, tipografía y diagramación diferenciada respecto del cuerpo principal del diario o revista y la pregunta adquiere mayor pertinencia.

Los comentaristas deportivos son maestros de la muletilla y del uso de términos eufemísticos, es decir, de la sustitución de palabras por otras que suenan un poquito mejor. Por ejemplo, y tratándose del fútbol, ya no hay guardalíneas, sino "árbitros asistentes", mientras que el hoy llamado "cuarto árbitro" no es más que un mirón que sigue el encuentro fuera de la cancha. Los simples entrenadores pasaron a ser "profesores", mientras en las universidades los auténticos profesores hemos sido disminuidos a "profes" por nuestros alumnos. Los tres palos son ahora "tubos" y la segunda división fue transformada en "Primera B", lo mismo que pasa en las universidades, donde ya no hay ayudantes, sino "profesores ayudantes" y, dentro de muy poco, "alumnos profesores". La buena campaña de un equipo es "campañón" y los "goleros" jubilaron a los viejos arqueros. Los partidos de fútbol no se ven, no se analizan, no se interpretan: hoy lo que se hace con ellos es "leerlos", y tal vez sea "leyendo" partidos de fútbol que consigamos suplir el déficit de lectura real que tenemos en el país.

Fuera ya del ámbito deportivo, "arista" ha hecho metástasis en el habla periodística nacional, lo mismo que el trato de "Maca", "Nico", "Cata", "Mati", y así, entre conductores de programas que están al aire. Ya nadie "trabaja", sino que "hace la pega". Todo también se nos ha vuelto "problema país". Todo. Absolutamente todo. Hasta la ubicación de un semáforo en una apartada zona rural. "Problema país" suele ser aquel que interesa únicamente al que utiliza esa expresión y deja completamente indiferentes a todos los demás. La gente habla de "reinventarse" cada vez que cambia simplemente de trabajo y de "estar disponible" cuando queda sin pega y se muere de ganas de conseguir un cargo público. "Raya para la suma" es todo lo que la mayoría sabe de matemáticas, y "entre comillas", con dos dedos de cada mano dibujándolas en el aire, es ya de lo más común. Y cada vez que un gerente habla de "ajuste laboral", los trabajadores pueden ir poniendo las barbas en remojo, porque lo que pasa es que van a despedirlos por "necesidades de la empresa", es decir, la exigencia de que las ganancias de los dueños no bajen siquiera una décima.

La gente hoy no muere, "fallece", y si uno se fija en la redacción de los avisos de defunción, algunos simplemente han fallecido mientras otros han "entrado en la Casa del Señor" o pasado a "decorar el Oriente Eterno". En algunas noches del año -24 y 31 de diciembre o un cumpleaños cualquiera- la gente ya no come, "cena", y "parrilla" no es un utensilio para poner algo a asar, sino la programación del próximo festival de la canción.

Declaro agradecido que algunos de esos ejemplos los debo al delicioso libro de Juan Andrés Piña, "Diccionario del siútico", aunque también he agregado unos propios. Y si bien las muletillas no se reducen al campo periodístico, las Escuelas de Periodismo deberían incluir un ramo acerca de cómo evitarlas.

Junto con enseñar a decir hay que enseñar a no decir.

domingo, 25 de junio de 2017

Venezuela : El Gobierno de Transición // Luis Ugalde


El Gobierno de Transición // Luis Ugalde

Todo gobierno medianamente democrático si llega a una deslegitimación y fracaso parecidos a los de Maduro, renuncia y convoca a elecciones. La Constitución venezolana para situaciones similares prevé el referendo para revocar al Presidente antes de su término. Maduro tramposamente lo impidió; luego anuló la Asamblea Nacional y aplazó las elecciones regionales; ahora pretende eliminar la Constitución con una “constituyente” no convocada por el único que lo puede hacer, el pueblo. Es una locura pensar que la actual desesperación, deba y pueda prolongarse hasta fines de 2018. El creciente sufrimiento de la gente pide a gritos cambio ya: cambio de presidente y de régimen, con decisiones inmediatas para no seguir muriendo en la calle con la brutal represión o por hambre y falta de medicinas, a causa de la corrupción e ineptitud gubernamentales.

El Ejecutivo se ha convertido en verdugo del pueblo y se ha vuelto tiránico. Cambio ya para rescatar la Constitución y emprender de inmediato el camino de la reconstrucción, evitando más muertes y miseria. Para salir de este régimen sin esperanza hace falta cuanto antes un gobierno nacional de transición que tome de modo excepcional medidas de emergencia y convoque elecciones democráticas, previo saneamiento con remoción de los ilegales magistrados del TSJ y de los miembros serviles del CNE. Urge hablar públicamente para madurar un gobierno de transición saliendo del actual Ejecutivo deslegitimado.

Sería un grave error pensar en elecciones inmediatas. Antes necesitamos atender con apoyo internacional a la creciente emergencia humanitaria propia de una postguerra, sacar a todos los presos políticos, abrir el regreso de los exiliados, convocar a los empresarios a la activación de la emergencia productiva y atraer a los inversionistas con un nuevo espíritu democrático, libre iniciativa y garantías jurídicas. Urgen el refinanciamiento de la deuda y multimillonarios préstamos económicos para insumos productivos y para necesidades vitales de consumo. Nada de esto podría conseguir una nueva dictadura militar y tampoco un frágil ganador de elecciones partidistas con todos los demás (chavistas o no) en la oposición.

Es necesario un gobierno de transición con metas claras y tareas concretas, con amplio apoyo nacional por encima de parcelas partidistas. Un gobierno que incluya a opositores y chavistas, unidos en un esfuerzo de salvación nacional. Tal vez hace un año el gobierno de Maduro hubiera podido abrir este camino, pero ahora es imposible. El gobierno de transición debe fijar fecha de elecciones libres antes de un año, con condiciones democráticas y transparencia. Mientras ese gobierno responde a la población con medidas urgentes, los diversos grupos políticos y sociales deben llegar antes de las elecciones a una especie de Pacto de Gobernabilidad, con el compromiso de reconocer y apoyar a quien gane la Presidencia. Pacto con un programa básico de salvación nacional y de reconstrucción, de no menos de 10 años, apoyado por gobernantes y opositores democráticos. Todo ello imposible sin un gran apoyo internacional político, económico y humanitario.

Entramos derrotados a la modernidad del siglo XXI y a la superación de la pobreza. Ahora tenemos que subir una escarpada alta montaña de reconstrucción y no pensar ilusamente que con salir de este gobierno la tarea está hecha. Pero antes de empezar la subida enfrentamos un bloqueo dictatorial que impide avanzar. Quitar ese obstáculo es condición indispensable para seguir, pero, por terquedad de un régimen corrupto y sin esperanza se nos van en ello vidas, tiempo y energía, cuando urge desarrollar negociaciones e imaginación constructiva. La atención debe centrarse en la difícil subida de mañana y los requisitos para coronarla con éxito. Sin dejar la actual protesta de calle (acción decisiva para desbloquear los caminos constitucionales) debemos simultáneamente empezar a formar un gobierno de transición con hombres y mujeres de diversa procedencia pero unidos con claridad programática y decididos a no prolongarse más allá de los meses de transición emergente.

Un Gobierno de Transición, con todas las de la ley, con una Fuerza Armada decididamente democrática y defensora de la Constitución. Basarnos en la Constitución y en lo que nos queda de instituciones legítimas; en primer lugar la Asamblea Nacional en alianza con el pueblo sufriente alzado y con la Fiscal convertida en defensora de la democracia y unidos en el rescate del CNE y TSJ. La Fuerza Armada está obligada e invitada a asumir su responsabilidad constitucional y democrática en la difícil reconstrucción del país, con lo que recuperará los perdidos reconocimiento y afecto del pueblo. La alegría de Venezuela será inmensa cuando veamos aparecer un Gobierno de Transición realmente plural, de gente honrada e inteligente unida en un programa político de interés superior: la salvación del país. Cuanto más se haga esperar, más grave y dolorosa se volverá la actual agonía. Maduro usted, al cerrar los caminos de cambio, se convirtió en el eje de un régimen que tortura a Venezuela y ahora quiere perpetuarlo con el fraude de la Asamblea Constituyente.

Renuncie y quite el bloqueo que impide el inicio del ascenso a la montaña de la reconstrucción democrática con rescate de la esperanza y de la unidad nacional.

viernes, 2 de junio de 2017

Presidenta, ¿hoy día es mañana? - Carlos Peña


   
François Mitterrand (uno de los políticos con mayor conciencia de la escena histórica) dijo alguna vez, "júzguenme por los resultados". Al revés, la Presidenta Bachelet (una de las políticas, por decirlo así, con mayor sentido de la cotidianidad) pidió ayer que se la juzgara no por el resultado, sino por el horizonte histórico que su gestión había abierto.

¿Cómo se explica que una política más bien lejana a los vapores de la historia haya terminado apelando a ella?

Hegel, en su filosofía de la historia, se pregunta qué puede justificar los tropiezos, los fracasos y las ruinas que se ven cuando se mira hacia atrás. Y se responde que ello queda justificado porque en el futuro, esos fracasos y esos tropiezos se revelarán como el camino que debió seguirse para que el Espíritu alcanzara su plenitud y se reconciliara consigo mismo. El futuro, en suma, era la justificación de las torpezas del presente.

Es poco probable que la Presidenta sea lectora de Hegel; pero no cabe duda que su discurso repitió el mismo argumento. Las cosas no han estado del todo bien, dijo; pero el horizonte histórico se ha modificado, de manera que alguna vez, cuando se mire hacia atrás, lo que hoy parece tropiezo se revelará como un salto. Si me juzgan por los resultados, insinuó Bachelet, puede haber motivos para la duda; pero si se atiende al gran teatro de la historia, todo es mejor, y cuando seamos capaces de verlo ninguna duda quedará en pie. Hacia el final, de nuevo brotó la referencia a la historia.

El escribidor del discurso, luego de enumerar logros, proyectos y medidas, guió a Bachelet hacia una figura que recordó vagamente el discurso de la Marcha de la Patria Joven ("La bandera de O'Higgins. La bandera de Aguirre Cerda... no ha sido el empeño de uno. La historia que hemos puesto en movimiento..."). De nuevo la idea de que el futuro, ese vapor, podría curar las torpezas del presente.

Esta invitación a leer el presente desde un futuro que se ensancha puede explicarse, sin duda, como una forma retórica y levemente elusiva de reconocer errores y torpezas, envolviéndolos en el consuelo del largo plazo; pero también, y quizá esto sea lo más significativo, puede ser vista como un síntoma del tipo de política que comienza a extenderse en la esfera pública chilena y de la que este discurso puede ser el puntapié inicial: la política como escatología.

La escatología es esa parte de la teología que invita a leer el presente desde el supuesto destino trascendente del ser humano. La política concebida como escatología invita a imaginar la acción gubernamental y a juzgar su desempeño, a la luz de un futuro imaginado que le sirve a la vez de inspiración y de coartada.

El discurso de la Presidenta pertenece a ese género.

Y de alguna forma, él conecta con un cierto estilo cultural que, poco a poco, se está expandiendo en la política chilena.

Ese estilo consiste en concebir la política como una tarea de transformación inspirada no en los objetivos modestos e incrementales de la política decidida a dar un paso cada vez, midiendo las consecuencias y atenta a retroceder cuando sea necesario, sino en la narración global de un futuro que se espera y por referencia al cual se mide la acción del día a día, y para cuyo logro ningún precio parece demasiado alto, ningún entusiasmo poco y (como se vio en la cuenta) ningún aplauso suficiente.

Y es que quizá la mayor transformación cultural que se ha experimentado durante el gobierno de Bachelet no sea la lucha contra el fantasma neoliberal y a favor del Estado, sino contra la política concebida como transformación del presente, y a favor de la política concebida como la transformación del futuro. Y esto (cuyo principal exponente es el Frente Amplio, con el que la Presidenta, como se ve, tiene más parentesco que el que ambos están dispuestos a reconocer) no es solo un cambio de temporalidad de la política o el reverdecer de la adolescencia, sino una transformación mayor, porque invita a algo peligroso: a medir los logros del quehacer gubernamental comparándolos no con el hoy, sino con el rostro sin facciones del futuro, una tierra que todos habitan, pero en la que nunca nadie ha estado todavía.

Hasta que a alguien se le ocurra preguntar, ¿hoy día es mañana?