lunes, 19 de septiembre de 2016

Tiempos Revueltos - Genaro Arriagada

Genaro Arriagada, ex ministro demócrata cristiano, comienza su columna, publicada en La Tercera, haciendo el siguiente diagnóstico: estamos viviendo tiempos revueltos. "Todo apunta a una coyuntura incierta. Los partidos y coaliciones en descrédito. La confianza en la democracia en su punto más bajo", escribe, agregando que hoy, en el contexto de una profunda crisis de confianza y desprestigio de la credibilidad política, "nadie supera el 45% de valoración positiva".

Ante la pregunta sobre cuál es el escenario de la próxima elección presidencial, Arriagada describe "uno, no el más probable, pero no descartable. Su referente es “el síndrome socialista de 1969”. En esa época Salvador Allende era el líder más potente en toda la izquierda, por lejos su mayor figura nacional y también en la base del PS. Pero no en la dirigencia socialista, que se negaba a nominarlo candidato presidencial. En este cuadro se hizo una consulta, en agosto de 1969, a los dirigentes intermedios, donde una clara mayoría de los plenos regionales se inclinó a su favor. Por tanto, el comité central, constituido por 31 miembros, se vio obligado a pronunciarse y el resultado fue 12 votos para Allende y 13 abstenciones. Salvador Allende fue proclamado -¡En su partido!-  con más abstenciones que apoyos".

Arriagada siente el retorno del "síndrome socialista", que según él provoca que "los lotes partidarios" se embarquen en una lucha donde no son capaces de mirar más allá de su propia facción, ajenos a lo que pasa en la coalición y en el país. "En su ceguera, piensan que el comité central de 107 miembros, dividido en cinco corrientes donde ninguna tiene más de 30 votos, tiene la  llave que abre las puertas de La Moneda. Deciden no apoyar a Lagos, que suponemos ya ha sido proclamado por el PPD, quien, con razón, dado que no están las condiciones para su candidatura, se retira de la contienda".

Agrega: "El PS entonces exige una primaria vinculante en la que presenta al candidato que el comité central eligió “con más abstenciones que apoyos”. El PPD, entre quebrado y ofendido, se niega, y proclama su candidato a la primera vuelta. La DC, a su vez, rechaza una primaria (a la que acudirán a votar no sólo militantes de todos los partidos de izquierda, de dentro y fuera de la NM, sino de las organizaciones sociales que le son afines) pues sabe que su participación, además de condenada al fracaso, sólo tendrá como efecto unir a la izquierda en su contra. Lo que sigue se puede suponer: el centro y la izquierda continúan estallando, como una bomba racimo, agregando nuevas candidaturas al festival de la fragmentación en que se transforma la primera vuelta".

El hombre que fue jefe de campaña de Ricardo Lagos en las elecciones de 1999 cree que la coalición, al estar ya debilitada por los bajos niveles de aprobación, "le agregan ahora un sistema de nominación de su abanderado plagado de errores. La irresponsabilidad encuentra su más reciente excusa. Los dirigentes políticos pueden enfrascarse en una lucha de rencores y descalificaciones (incluidas alusiones a O´Higgins), caer en el desvarío de que en una reunión de cien personas pueden decidir la historia y todo ello sin preocuparse pues luego una “primaria vinculante”-  su más reciente fe- como una pócima milagrosa, vendrá a sanar todas las heridas, a soldar todas las fracturas, a perdonar todos los agravios y a lograr la unidad que ellos, por años, se esmeraron en destruir.  Nada de qué preocuparse en esta política de tiempos revueltos".

Peña analiza a Guillier

Carlos Peña analiza a Guillier

Después de haberse definido como “laguista” y cuestionar su propia candidatura si es que el ex Presidente daba un paso al frente, Alejando Guillier manifestó –en entrevista con radio La Clave– que “liderazgos como el de Lagos se quedaron en el siglo XX”, dejando prácticamente claro  su interés por ser candidato presidencial.

¿Qué significa la “irrupción”, como lo señala Carlos Peña, de esta candidatura?

Según el columnista, aparentemente,  Guillier podría reverdecer al Partido Radical, del que es cercano. “El Partido Radical representó durante un largo tiempo a las capas medias (Aguirre Cerda, Juan Antonia Ríos, González Videla). Se trataba de grupos sociales surgidos al amparo de la expansión del Estado. Esos grupos, a través del Partido Radical, meditaron entre los intereses de los grupos oligárquicos y los populares”, escribe.

“El resultado fue un período de larga estabilidad”, acota Peña, “que se conoce en la literatura como el Estado de compromiso (1932-1970)".

Peña cree que la irrupción de Guillier podría ser indicativa de que las capas medias retoman ese papel, “por llamarlo de algún modo, histórico”, aunque luego, taxativamente, dice que no es el caso.

Explica que las capas medias de hoy no son las del siglo XX, de modo que “los nuevos grupos medios, a diferencia de aquellos que acunaron durante largo tiempo a los radicales, están conformados por los sectores populares ascendidos gracias al mercado”.

En ellos, según Peña, “no existe nada de la nostalgia que los sobrevivientes de la vieja clase media sienten por el Estado y la antigua educación pública (buena, pero de minorías). En vez de concebir su trayectoria como atada al Estado, la viven como el fruto de su propia autonomía y desempeño; en vez de cultivar la antigua sobriedad, que más que virtud moral era simple pobreza, los nuevos grupos tienden, en la medida de sus posibilidades, al consumo conspicuo (es decir, el consumo que confiere estatus); en vez de arriscar la nariz frente a la provisión privada de educación (que siempre fue signo de ascenso), la apetecen, y en vez de tener consciencia de clase, sentido de pertenencia a un mismo estrato, no tienen ninguna (puesto que sus miembros tienden, cada vez más, a la individuación)”, escribe.

En síntesis, Peña distingue la clase media del siglo XX de la clase media del siglo XXI, argumentando que “una es la clase media del Estado de compromiso y la otra de los grupos medios surgidos al abrigo de la modernización capitalista”.

Su pronóstico, entonces, es que salvo que el PRSD haya abandonado sus raíces y su inspiración, “es difícil pensar que pueda acompasarse a los cambios que ha vivido Chile y sintonizar con ellos”, escribe, agregando que “si lo anterior es así, la irrupción de Guillier no equivale a un reverdecimiento del radicalismo hace ya tiempo languidecente, ¿a qué equivale entonces?

La respuesta del columnista es “a una muestra de levedad que ha alcanzado la política: primero las ideas fueron sustituidas por el programa; ahora, el liderazgo por la simple notoriedad; el político por la figura pública”.

Lo anterior, según Peña, es la única explicación para la candidatura de Guillier, “que hasta ahora no destaca por sus ideas, sino por la rigurosa precaución de no expresar ninguna –sea como vista como plausible”, expresa.

Haciendo un repaso por la antigua tradición del radicalismo, Peña señala que “la política era una profesión que se ejercía por largo tiempo, un quehacer meritocrático que se desenvolvía al alero del partido y de las formas de sociabilidad que él estimulaba (desde los clubes de la masonería). En esa tradición resultaba incomprensible la aparición de un liderazgo repentino, azaroso, de una figura, como la de Guillier, cuya evaluación y conocimiento público no es fruto de un genuino desempeño o reflexión política, sino nada más que el resultado fortuito de los medios, de la habilidad de emitir frases generales que empatizan con el espectador promedio, ese individuo que es todo y es ninguno”.

Por último, Peña estima que la precandidatura de Guillier “no tiene un significado estrictamente político, social; no expresa un reverdecimiento del radicalismo, sino su delicuescencia; no es el surgimiento de un liderazgo, sino la confirmación de que hoy basta con muy poco para pretenderlo”.

“La candidatura de Guiller”, cierra Peña, “expresa así los cambios de la sociedad chilena, la levedad que ha adquirido la política y la desorientación de la centroizquierda, al extremo que algunos de sus miembros piensan, y lo piensan al parecer en serio, que la visibilidad de los medios y una personalidad atractiva por lo inocua es cuanto se necesita para conducir el Estado”.

viernes, 9 de septiembre de 2016

Desafío en Carabineros

Desafío en Carabineros

   
Una investigación realizada por la Fiscalía Metropolitana Sur concluyó que diez carabineros estarían involucrados en delitos de tráfico de drogas, robos con intimidación, cohecho, omisión de denuncia y otros ilícitos, como apremios ilegítimos y la participación en una red de protección de bandas delictivas.

Entre los detenidos en la última semana hay un oficial -teniente de la tenencia El Castillo, de La Pintana, con más de 10 años de servicio- y seis subalternos de esa misma unidad. A ellos se suman dos funcionarios arrestados en agosto, que están recluidos, y un décimo participante, que aún no es aprehendido. Paradójicamente, la misma tenencia en la que se arrestó a los imputados había obtenido el premio "Destacamento Operativo Año 2015" por su buen desempeño policial.

Es interesante que la información que dio origen a la investigación proviniera de la figura descrita en el artículo 22 de la Ley 20.000 (que es la "cooperación eficaz", la cual permite a imputados por la Ley de Drogas acceder a beneficios si aportan información útil a la investigación), donde dos detenidos hicieron la denuncia.

La captura y baja de los funcionarios se convierte en uno de los casos de corrupción más sugestivos al interior de Carabineros en los últimos seis años y, por lo mismo, en una grave preocupación para el alto mando institucional. Hay que recordar que en junio de 2010, diez policías uniformados fueron arrestados por sus vínculos con ladrones de cajeros automáticos, lo que llevó al general director de la época, Eduardo Gordon, a indicar que se adoptarían "medidas ejemplarizadoras que corresponden en casos como este".

La legitimidad que ostenta Carabineros en Chile es una de las más altas del mundo. Los chilenos, aunque pueden albergar visiones distintas respecto de su eficacia en el combate a la delincuencia, ven en esta institución un estándar de honestidad muy superior al de similares organismos en el continente. Ello explica el que, pese a que la sensación de delincuencia aumenta en las encuestas, los mismos sondeos muestran la alta valoración de la institución.

El patrimonio de honestidad de Carabineros es uno de los más grandes activos con los que cuenta el país. Ponerlo en riesgo sería nefasto. Pese a que el subsecretario del Interior descartó una crisis institucional, no cabe subestimar la gravedad de lo ocurrido y las alertas que enciende este episodio. Y si bien el mero descubrimiento y sanción es una buena noticia en cuanto a que están funcionando los controles internos, es al mismo tiempo una señal de alerta para mantener a raya la entrada de la corrupción a Carabineros.

El patrimonio de honestidad de Carabineros es uno de los más grandes activos con los que cuenta el país. Ponerlo en riesgo sería nefasto.