jueves, 29 de enero de 2015

Todo se refunda... - Entrevista a José Joaquín Brunner

Todo se refunda...
José Joaquín Brunner: “Finalmente triunfó el sector que quiere refundar el sistema educacional pasando una excavadora”
Dice que el ala oficialista que defendía una reforma enfocada en calidad, no explotó su capacidad negociadora e incidió marginalmente en el texto.
Por Valentina Fuentes J.
“Veo la insólita actitud de decir “aprobamos algo que a ninguno de nosotros convence demasiado, estamos un poco arrepentidos y veremos cómo corregirlo”.

Una auténtica biblioteca, con libros de Nietzsche, otros títulos sobre los dictadores Hitler y Stalin, y una abundante selección de obras de Shakespare, copa las amplias repisas de madera del living del departamento del ex ministro de la Segegob José Joaquín Brunner (PPD). Sin embargo, sus textos relativos a educación -que dice que los revisa con frecuencia- están todos en su pieza y en la sala del escritorio. Es experto en la materia y se ha posicionado como uno de los principales críticos de la reforma del gobierno. 

"Como miembro de la Nueva Mayoría y como parte de sus proyectos, me siento extraordinariamente frustrado con lo que se está haciendo en educación", reconoce tras admitir que sus múltiples advertencias habrían tenido escaza incidencia en el proyecto despachado por el Congreso.

-¿Qué sectores de la Nueva Mayoría ganaron, en términos políticos, imponiendo sus ideas en el texto final de la iniciativa que termina con el lucro, copago y selección?
-Finalmente triunfó el sector que quiere refundar el sistema educacional pasando una excavadora y luego una aplanadora creyendo que la igualdad consiste en aplanarlo todo. Ganó esa visión, que es muy equivocada y anti histórica.
-¿Qué partidos representaron esa visión en la discusión educacional?
-Este no es tanto un problema de socialistas, demócratas cristianos, PPD o comunistas, sino de un partido que no está en las categorías tradicionales, que cree que los colegios particulares subvencionados son como unos caballos salvajes que segregan y estafan a las familias y que hay que ponerles un bozal y acortar lo más posible sus riendas.
-¿Y cuál sería, entonces, la visión derrotada en el oficialismo?
-Los que no son miembros del partido de la excavadora –donde hay de todos los sectores políticos-, que intentaron defender una reforma gradual y centrada en la calidad. Ese partido tuvo una incidencia completamente marginal, reducida y pobre, sin habilidad negociadora para cambiar las piezas centrales. Es como haber estado construyendo un auto y haber negociado si la chapa sería dorada o de otro color.
-¿Cuáles son los principales riesgos que mantuvo el texto final del proyecto y que ese sector con una visión más moderada no habría sido capaz de revertir?
-Que crea un ambiente completamente asfixiante y enrarecido a los sostenedores privados, restringiendo la autonomía de su gestión al imponerles una inmensa cantidad de trabas y prohibiciones. Pero lo más grave es que el proyecto se fue por una senda lateral, sin atacar el corazón del problema de la educación.
-¿Cómo queda el ambiente al interior de la Nueva Mayoría para futuras discusiones de la reforma?
-Cuando las coaliciones tienen un triunfo en sus propias reglas del juego, ganan seguridad y liderazgo. Pero eso no lo veo en los días siguientes a la aprobación del proyecto, porque veo la insólita actitud de decir "aprobamos algo que a ninguno de nosotros convence demasiado, estamos un poco arrepentidos y vamos a ver cómo lo corregimos".
-¿Lo dice por el caso de los liceos emblemáticos?
-Es insólito que la principal discusión en las 24 horas que siguieron a la votación haya sido el muy probable error que cometimos respecto de los liceos emblemáticos. Después de aprobado el proyecto, permea la cabeza de algunos parlamentarios la idea de que se está liquidando la capacidad de estos colegios de crear elites de los sectores medios, por los votos de la Nueva Mayoría.
-Algunos señalan que la aprobación de esta iniciativa da esperanzas a la proyección de la NM más allá de este gobierno, ¿cómo lo ve?
-Antes de preocuparme de si la Nueva Mayoría debiera proyectarse como coalición política, querría verla empeñada en mejorar lo que ya aprobó para evitar errores que son graves y previsibles.
-¿Qué tanto margen de acción tenía el gobierno habiendo prometido educación gratuita y sin lucro, y contando con la mayoría parlamentaria en el Congreso para transformar ese compromiso en Ley?
-El gobierno no estaba condenado a hacer lo que hizo. Lo hizo por un error de diagnóstico y porque pensó que su principal desafío era satisfacer demandas que el movimiento estudiantil había planteado. Si la Presidenta y su gabinete hubiesen querido partir por otro lado, manteniéndose firmes en otra dirección, no tengo ninguna duda de que en pocas semanas habrían tenido gran apoyo en las encuestas.
-¿Cuál hubiese sido esa otra dirección?
-Haber dicho, como punto de partida, "nos concentraremos en los 4 mil colegios más deficitarios de Chile y que atienden al 40% de los niños que no logran llegar al umbral mínimo de aprendizaje. Eso lo haremos inyectando X dinero de la reforma tributaria y eliminando el copago de ese sector mañana, no en 4, ni en 20 años más".
Eyzaguirre: avances con pies de barro
-¿Cómo evalúa la gestión del ministro Nicolás Eyzaguirre?
-Sus avances tienen pies de barro, dejando a mucha gente descontenta en el camino, que a la primera oportunidad tratarán de cambiar lo que ha hecho este gobierno.
-¿Conviene que siga a la cabeza de la reforma?
-El ministro sabe cuáles son las múltiples debilidades de la Ley que acaba de aprobar. Si conoce las debilidades de su trabajo es preferible que siga a cargo, ahora tratando de corregir. Hoy sabe el terreno que pisa.
-¿Qué espera de los futuros proyectos que vendrán este año?
-No me imagino al ministro presentando un proyecto tan improvisado y mal diseñado como el anterior. Habiendo tenido un año, tiene que traer un proyecto completamente afinado, que articule intereses, y con respuestas más refinadas que las que dio en su primer año.

miércoles, 14 de enero de 2015

El Camino No Elegido. - José Joaquín Brunner

El camino no elegido

"Si la reforma educacional hubiera coincidido con los presentimientos de la Presidenta Bachelet, quizás hoy estaríamos en un escenario de menor crispación y desasosiego, avanzando más rápido y seguro hacia metas de calidad y equidad...''

¿Qué habría ocurrido con la reforma educacional si acaso su diseño hubiese coincidido con los primeros, espontáneos, presentimientos de la Presidenta Bachelet? ¿Estaríamos hoy frente a un escenario distinto? ¿Habría mayor acuerdo en la sociedad y menor crispación y desasosiego? ¿Contaría ese proyecto potencial con mayor respaldo de la opinión pública? ¿Estaríamos avanzando más rápido y seguro hacia metas de calidad y equidad?

Antes de responder a esas interrogantes, recordemos cuáles fueron los planteamientos originales de la Presidenta.

En el nivel escolar, según relató Bachelet recientemente a la revista Capital, su "primer sentido fue: partamos por la educación pública mientras vamos haciendo los otros avances". Es decir, intuyó que era necesario comenzar por la calidad de la educación y no por cuestiones de orden administrativo-financiero de difícil comprensión. Imaginó pues un sentido y un cronograma diferentes para la reforma. Su gobierno, sin embargo, eligió el camino opuesto. Y en virtud de ese error, hasta hoy la reforma se encuentra atascada.

En el caso de la enseñanza superior, la Presidenta, al estrenar su equipo programático en abril de 2013, declaró: "Mi opinión personal es que no encuentro justo que el Estado pague la universidad de mi hija si puedo pagarla", acotando además: "Creo que es regresivo que quienes pueden pagar no paguen". Por tanto, también en esa ocasión la Presidenta percibió de manera clara e intuitiva la solución correcta. Insistió además en que "la gran mayoría de los chilenos no puede pagar (su educación superior) y se endeuda y tiene una vida de incertidumbre y muchas veces de miseria", lo que también es válido y justifica el apoyo del Estado.

Pues bien, contrariando el presentimiento presidencial, el Gobierno prometió en su programa la gratuidad universal de la educación terciaria, que empezaría a implementarse gradualmente en 2016. ¿Cómo, para quiénes y a cambio de qué? Nadie sabe. Por esta razón reina el desconcierto entre las instituciones y los estudiantes. Y muchos nos preguntamos cómo podría justificarse una medida que, de aplicarse de manera universal, tan obviamente beneficia a los hogares del quintil más rico.

De modo que en vez de un diseño de reforma ordenado en torno a las acertadas intuiciones de la Presidenta nos encontramos hoy frente a una agenda distinta, incluso con objetivos contradictorios con aquellas percepciones y presentimientos presidenciales originarios.

Como resultado, la discusión pública en el nivel escolar se halla entrampada en asuntos de infraestructura, logística, plazos y aspectos técnicos de los procesos de admisión. A su turno, en el nivel superior reina la confusión y un tenso compás de espera, mientras el Gobierno alienta expectativas de no pago, nuevas leyes, subsidios a la oferta estatal y creación de un mayor número de instituciones públicas.

Chile merece más, según reza el majadero eslogan. ¿Pudo haberse impuesto un escenario diferente, más próximo a los designios presidenciales? Sí, siempre que la Presidenta los hubiera mantenido con vigor y de forma consistente, el ministro los hubiera transformado en una política coherente y los sectores técnico-políticos de la Nueva Mayoría (NM) hubieran creado instrumentos adecuados para su implementación.

Habría emergido entonces un diseño de reforma con centro de gravedad en el mejoramiento de la educación pública; es decir, toda aquella financiada mediante el régimen fiscal de subvenciones. Tras ese propósito se habría congregado sin duda una amplia mayoría, más grande que la NM.

Y en ese marco podían plantearse los objetivos específicos: (i) reorganización de la gestión municipal de la educación; (ii) marco de regulaciones públicas para proteger y fomentar la autonomía profesional de las escuelas; (iii) mayores exigencias de información y rendición de cuentas por parte de los sostenedores; (iv) aumento sustantivo del gasto fiscal por alumno, y (v) una profunda revisión y puestas al día de la enseñanza media y sus conexiones con la enseñanza superior y el mundo del trabajo.

En breve, en un escenario alternativo como este -que pudo ser pero no fue- habríamos estado discutiendo desde el primer día sobre cómo mejorar e igualar oportunidades educacionales. Y no, como ocurre ahora, sobre inmuebles, comodatos, avalúos fiscales o comerciales, algoritmos y colegios con más o menos de 400 alumnos, como si se tratase de aspectos cruciales para el futuro de nuestra educación.

Todavía más: con una cuota adicional de racionalidad, estaríamos ya trabajando para garantizar la gratuidad de la educación superior de los jóvenes provenientes de los hogares del 70% de menores recursos, los cuales, como señaló alguna vez la Presidenta, se endeudan y tienen una vida de incertidumbres. De hecho, de haber seguido el camino más directo, ya podríamos contar con un amplio y generoso esquema de becas y créditos perfeccionado; con un nuevo modelo de financiamiento de las actividades de investigación académica; con un procedimiento revisado de acreditación universitaria y con una superintendencia encargada de fiscalizar el correcto uso de los recursos por parte de las instituciones.

En fin, muy distinto sería hoy el cuadro de la reforma educacional si el Gobierno hubiese arrancado desde las intuiciones correctas de Bachelet y con una sólida estrategia dirigida al mejoramiento de las oportunidades educacionales provistas por cualquier tipo de sostenedor. Es lamentable, en cambio, que haya tomado un sendero equivocado.