viernes, 18 de noviembre de 2016

AFP - Reparto. Guzmán vs Riesco -

Respuesta a José Antonio Guzmán

   
El ex presidente de AFP Habitat José Antonio Guzmán ("El Mercurio", 3 de noviembre de 2016) ha aludido al suscrito en términos que quisiera responder, desde luego sin entrar en descalificaciones e imputaciones de que hace gala y que no parecen apropiadas considerando que nos une una relación de parentesco.

Insiste Guzmán en que las pensiones serían bajas en todas partes y los sistemas de reparto estarían "colapsados" debido al aumento de la esperanza de vida de la población que, por cierto, lejos de ser un "problema" es el principal logro de la civilización urbana moderna. Dicho argumento es falso. Por eso en Chile, y no en los países con reparto, millones salen a las calles para exigir el término de las AFP y varios gobiernos, en su mayoría derechistas, han acabado con remedos de estas. En nuestro país, como demuestra la propuesta Bravo-C, el reparto también puede sostener pensiones dos veces mayores en proporción a los salarios hasta fin de siglo, sin subsidio fiscal alguno, lo que representa un beneficio social y fiscal imposible de seguir negando.

Es un argumento irracional, porque evidentemente en cualquier sociedad y con cualquier sistema de pensiones, los que trabajan no solo tienen el deber moral de destinar a los que no pueden hacerlo una parte del pan que hornean cada mañana, sino que nadie más puede hacerlo. Las bóvedas de las AFP pueden acumular muchos papeles, pero nadie se alimenta de ese material. Si hay más viejos, habrá que destinarles más pan, no hay otra. A no ser que se promueva, como hacen las AFP, la canallada de dejarlos botados y rebajarles sucesivamente el sustento.

Felizmente, la carga de los que no pueden trabajar -niños, inválidos y viejos- será mucho más liviana a fines de este siglo de lo que era a fines del pasado. Hoy es la mitad de lo que era en 1970 y segar el trigo con hechona, acarrear las gavillas, ensacar y hombrear el grano, como se hacía entonces, requería muchísimo más trabajo que manejar hoy una cosechadora automotriz.

Guzmán afirma que No+AFP "tiene por objeto terminar con el financiamiento independiente de los fondos de pensiones a las actividades productivas de una economía libre". ¡Por supuesto! Aunque se destinase a actividades productivas -en realidad el grueso va a los administradores y especulación financiera-, ¡ello constituye una manifiesta inmoralidad!

Dos tercios de los fondos de pensiones actuales son la simple suma de los "incrementos que se agregan cada mes", como dice Guzmán. Es decir, de los excedentes de cotizaciones y subsidios monetarios directos, netos de pensiones pagadas. Estos son apropiados de hecho por las AFP, poco menos de la mitad embolsados en derecho por ellas mismas y sus compañías de seguros como comisiones y "primas únicas", y el grueso del resto transferido como préstamos y capital accionario a un puñado de grandes grupos que operan en Chile o jugado en la ruleta de los "mercados" internacionales para ganancia segura de sus operadores.

Es decir, dos tercios de los actuales fondos de pensiones son el ahorro forzoso de millones de trabajadores chilenos a lo largo de tres décadas, neto de las pensiones pagadas a sus viejos, las que se financiaron en su mayor parte con subsidios fiscales, y el resto con una pequeña parte de las cotizaciones de cada mes. Quienes hoy tienen ese dinero no lo devolverán jamás, simplemente lo renovarán a cada vencimiento con el agregado de los "incrementos de cada mes".

Cualquier trabajador responsable mantiene un modesto fondo de ahorro para eventualidades, en un acto de voluntaria y loable prudencia. Sin embargo, cualquier esquema de ahorro forzoso constituye una inmoralidad, puesto que por definición consiste en la imposición de destinar una parte de los salarios "a financiar las actividades productivas de una economía libre", es decir, transferirlo a los empresarios. Mes tras mes, año tras año, para siempre; si no es así, deja de constituir un ahorro.

Ello es una ruptura flagrante del contrato social esencial de todas las sociedades civilizadas en todas las épocas: los salarios no se tocan, son sagrados. Son la parte de la jornada que los trabajadores requieren destinar a sostenerse ellos y sus familias, incluidos sus viejos. La élite tiene derecho legítimo a apropiarse del excedente solo en la medida que cumpla esta regla moral esencial y además destine la mayor parte del mismo "al financiamiento de las actividades productivas", fuera de otra parte significativa a sostener los asuntos del espíritu, la educación, ciencia, arte y cultura.

En Chile ello resulta doblemente inmoral e indignante, por cuanto los salarios representan solo el 35% del PIB, mientras el "excedente de explotación" alcanza al 55% del mismo, según el BC. En sociedades capitalistas desarrolladas es al revés y aun así los salarios no se tocan.

Es algo que tendrá que aprender la élite chilena si quiere recuperar legitimidad y no seguir imponiéndose por la fuerza, como ha acostumbrado desde el golpe de 1973. Guzmán no lo aprendió nunca.

Manuel Riesco

Vicepresidente Cenda

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