domingo, 19 de julio de 2015

Peor Imposible - Andrés Benitez


Peor imposible.  No es fácil explicar la farra política y económica que se observa. Pero hay un pecado de origen: el programa de gobierno es malo.

¿ES ESTE el peor gobierno desde que volvió la democracia? Si fuera por lo que hemos visto hasta ahora, la repuesta es sí. La verdad es que no hay ningún indicador que salve a la Presidenta. Tanto, que esta semana ella misma se encargó de adelantar el término del primer tiempo de su período anunciando cambios para el segundo. Dar vuelta lo que hemos visto no será fácil. Hay que corregir casi todo, cosa que está por verse si es posible.

La Presidenta cumple su primer año y medio con apenas un 27% de aprobación, algo que sólo se vio en el peor momento de Piñera, fecha en la cual muchos de los miembros de la actual Nueva Mayoría dijeron que Chile no se merecía un presidente tan impopular. Supongo que hoy pensarán lo mismo, aunque no lo digan.

Pero es cosa de leer entre líneas para darse cuenta que la decepción corre por las filas oficialistas.

Piñera logró revertir la situación, llegando al final de su período con un 50% de aprobación, en gran medida por el buen desempeño de la economía y el empleo. El punto es que Bachelet no tiene aquello. Por el contrario, su gobierno se encamina a tener los peores números de la historia reciente. Y nada indica que ello mejorará. Hasta la fecha, el crecimiento promedio del gobierno es de 1,6%, muy lejos del 5,3% que logró Piñera. Entonces, por el lado de la cifras económicas la cosa se ve muy negativa para la Presidenta. Por lo anterior, no es raro que hoy se hable de priorizar. Se acabó la plata y el país tiene que comenzar a bajar el gasto para equilibrar sus mermadas cuentas fiscales.

¿Cómo llegamos a esto? Es la pregunta que todos se hacen. Porque la verdad es que no es fácil explicar la verdadera farra política y económica que estamos observando. Por lo pronto, hay un pecado de origen: el programa de gobierno es malo. Pero lo más sorprendente es la baja capacidad de gestión. Todo parece estar mal hecho, improvisado, a la carrera, sin medir las consecuencias. El resultado de todo esto es que las reforma tributaria, educacional y laboral las apoya menos de un tercio de la gente.

Es esta desprolija manera de gobernar la explicación de la mayor parte de los problemas actuales. Una cosa es querer cambiar Chile, pero otra distinta es hacerlo mal. Y nada dice que esto cambiará. El reciente anuncio de que la gratuidad universitaria se hará sólo para los estudiantes de las instituciones del Cruch habla una vez más de que la improvisación sigue mandando en La Moneda. Y como siempre, no existe un proyecto serio al respecto. Sólo declaraciones que no le hacen sentido a nadie.

Se habla también de priorizar, pero es claro que no saben lo que ello significa. Nadie es capaz de decir qué es lo que queda y lo que no permanece. Esto refleja el nivel de confusión imperante. Si este es el segundo tiempo, entonces la cosa no va a mejorar. 

Los países pueden soportar presidentes poco populares. Eso incluso puede ser bueno si es el resultado de aplicar medidas difíciles, pero necesarias. Pero lo que los países no pueden resistir son gobiernos ineficientes, como es el actual.

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